Aunque no es el primer libro que publica, sola o en colaboración, sí es el primero de los suyos que leo. Me da que para otros también será así; que, en todo caso, con Animales de vidrio Almudena Vega (Málaga, 1986) amplía su círculo de lectores a pesar de que las instituciones oficiales y la distribución de sus fondos sean, la mayor parte de las veces, entes incompatibles.
Una de ellas, la ejemplar Fundación Málaga, es la editora de éste, incluido en la Colección 4 Estaciones. Biblioteca de Autores Malagueños Contemporáneos. No va descubrir uno a estas alturas la tradición impresora malagueña, lo que quiere decir que cualquiera sabrá que estamos ante una obra impecablemente editada que da gusto abrir y leer. Ni la poética, que tantos nombres ilustres ha aportado a la poesía española contemporánea.
Lleva, cómo no, un prólogo, de lo más ingenioso, de Layla Martínez y, lo que más importa, un puñado de poemas que ya desde el primero, "Era todo lo frágil", se muestran como lo que son: pura poesía.
Apoyada en la brevedad, con una música sutil (su formación es musical: viene de terminar un máster en flauta travesera en Londres y un año de perfeccionamiento en Colonia), insinuando más que estableciendo, caminando entre sonoros silencios y marcadas elipsis, yendo a lo esencial, dando a entender más que siendo explícita, la poesía de Vega alcanza un grado de intensidad digno de encomio. No falta la imaginación, en el mejor sentido, el más hondo, ni tampoco un orden compositivo que da al conjunto una unidad de libro.
Por débitos que haya en alguien tan joven (Vega tiene la misma edad de mi hija, por eso he leído el libro de otra manera), escucha uno su voz con la nitidez necesaria. Esta mujer, me digo, sabe lo que hace. Algo que demuestra, por cierto, en otro libro de la misma editorial, Réquiem por Lolita. Antología joven de poetas españoles, que ella ha seleccionado y coordinado y al que ha puesto una "Nota al lector". Obsesionada por conocer, en cuanto le gusta un autor, sus primeros poemas, agrupa aquí versos adolescentes de Alberto Arias Pereira, Juan Bello, Ana Castro, Ben Clark, Vanity Dust, Berta García Faet, David Leo, Layla Martínez, Sandra Martínez, Elena Medel, David Refoyo, Emily Roberts, Laura Rosal, María Sánchez, Jorge Segarra, Paloma Peñarrubia Ruiz, María Ramos, Roger Vilanova Jou, Unai Velasco y de ella misma, así como una breve muestra de su producción posterior, escasa si tenemos en cuenta que todos han nacido en 1981 y 1995. Allí dice: "Vivimos un momento en que la poesía joven, finalmente, está emergiendo. Está pronunciando su alarido y protestando hacia la vieja idea de amor y flores de almendro. Ahora es un arma que lacera, y la belleza llega, también, de lo amorfo, de la muerte y del cadáver. Del sexo real que no es idílico. Del lenguaje coloquial que copula con el clásico."
Esto sirve también para la poesía de Vega. No es complaciente ni ñoña y en este libro eso se aprecia, entre otras cosas, por la presencia real, del todo cierta, de la muerte del padre: "yo no entendí a mi padre hasta que murió" o "tu voz, padre, leve voz como la sangre de las mariposas".
Hay, más allá, otra relación entre ambas obras. De la antología dice que "es un mausoleo" y en el último verso del primer poema de Animales de vidrio escribe: "Soy un mausoleo de mí misma". De ese aire de "canto fúnebre" que atribuye al florilegio también es partícipe su libro, pero más que de tristeza dota al conjunto de cierta fortaleza, la que prima en las figuritas de cristal que su abuela tenía en un estante del salón. Por encima de su fragilidad, la belleza.
Hay, más allá, otra relación entre ambas obras. De la antología dice que "es un mausoleo" y en el último verso del primer poema de Animales de vidrio escribe: "Soy un mausoleo de mí misma". De ese aire de "canto fúnebre" que atribuye al florilegio también es partícipe su libro, pero más que de tristeza dota al conjunto de cierta fortaleza, la que prima en las figuritas de cristal que su abuela tenía en un estante del salón. Por encima de su fragilidad, la belleza.
Leer estos poemas me ha despojado también de algunos prejuicios. Los que uno tenía con cierto tipo de poesía joven y femenina por culpa, tal vez, de las poses y ocurrencias de algunas omnipresentes poetisas à la mode. Anoto el nombre de Almudena Vega para no perder su rastro de vista. Me da que no va a ser una más entre tantos y tantas. Ojalá.