9.6.14

Cubero y Guerrero a poniente

Creo que sólo de uno de los libros de la colección Luna de Poniente no he hablado aquí, y porque llamarlo así era tal vez demasiado. 
Llegan ahora los volúmenes R y S, ya muy cerca del final. O lo que es lo mismo, Las letras de Morella, de Pablo Guerrero y Punto de apoyo, de Efi Cubero.
De Guerrero poco cabe añadir a estas alturas. Cantautor de versos y poeta de canciones, se diría. En este nuevo libro -y ya van unos cuantos como para que todavía algunos le nieguen su condición de escritor- anota impresiones, meditaciones, en el marco espacial de la ciudad amurallada de Morella, tras un viaje por el Maestrazgo aragonés, y en un tiempo concreto: el otoño. La lluvia es una constante. Y la cercanía, como presentimiento, del mar.
Aunque el paisaje sea otro, la naturaleza que siente y describe es la misma, acaso porque es el mismo poeta quien canta, poco importa sobre qué y dónde. Melancolía, belleza y sensibilidad para dar fe de la maravilla y del asombro, dos polos de una misma visión inesperada.
De Efi Cubero, poeta tardía, tampoco cabe a estas alturas discutir lo indiscutible. Este libro viene a avalarlo como ha de hacerse en poesía: con versos, que son hechos. Detrás, una mujer que ve la vida desde el preciso ángulo que la poesía ofrece. Resistencia, tenacidad, capacidad de aguante, soledad, silencio... "El don puede ser una condena", leemos en el primer verso del libro. De todo eso y más sabe bien la de Granja de Torrehermosa. Su mundo se apoya en las palabras y en unos pocos afectos: su marido, sus hijas, sus amigos. A uno de ellos, Javier Sánchez Menéndez, editor de su libro anterior, está, en rigor, dedicado. Hay mucho de ella en estas líneas, bien lo saben quienes la conocen. Ha escrito un libro necesario. Para ella, sí, ante todo, pero también para los que concebimos este juego de hacer versos como algo esencial. Valentía no falta.