4.6.14

Lecturas de verano

Uno ha sido, sobre todo, un lector del invierno. Cuando llega este tiempo, flaqueo. Al menos para ciertas lecturas. Las poesía no me cansan nunca. Por eso voy apartando algunos libros para las vacaciones; por suerte, ya inminentes. Dos traigo hoy aquí. 
El primero, El escritor en su paraíso, que lleva por subtítulo Treinta grandes autores que fueron bibliotecarios (Periférica), de Ángel Esteban, catedrático de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Granada (con prólogo de Vargas Llosa: "Siempre he dicho que lo más importante que me ha pasado en la vida ha sido aprender a leer, y creo que no hay ni una pizca de exageración en esa frase.") 
Pasan por ahí, entre otros, Lewis Carroll, Borges, Casanova, Reinaldo Arenas, Goethe, Gloria Fuertes, Marcel Proust o Stephen King.


El segundo, Baroja y España. Un amor imposible (Fórcola), de Francisco Fuster, que se pone a la venta el próxima día 11 de junio y se trata de una obra donde el especialista en la Edad de Plata ensaya sobre El árbol de la ciencia y la crisis de fin de siglo. 
En una carta reciente me decía: "La llamada 'generación del 98' está hecha de una montaña de tópicos (empezando por el propio marbete que le da nombre) que algunos investigadores -jóvenes y no tanto- estamos intentando desactivar, poco a poco. Mi ensayo va un poco en esa línea: sin pretender descubrir América, sí intento explicar -con el ejemplo de ese libro, pero serviría para otros muchos- que, en ocasiones, las novelas son mejor fuente para entender la historia que las otras fuentes -teóricamente más 'objetivas'- que usan los historiadores". 
Esa novela se me atravesó en COU, le comenté por mi parte. Me pareció muy densa. Eso sí, fue una de las lecturas obligatorias del curso, el 75/76, en el que me convertí definitivamente en lector. Por eso la recuerdo con tanto cariño. A ella, a Baroja y a mi profesor, el inolvidable Gerardo Rovira.