2.11.14

Carta de Cáceres

Están siendo jornadas muy intensas. De golpe, día sí y día también, sale uno de su existencia rutinaria y metódica para enfrentarse a la vida social y hasta al público, ya sea por las presentaciones de Más allá, Tánger o por las inminentes lecturas del Aula de Literatura de Plasencia. No, no está uno acostumbrado a esos excesos, y eso que son tres o cuatro actos. Ni a eso ni, como decía, a las emociones que acarrean. Las del viernes en Cáceres fueron muy positivas. Me sentí a gusto y arropado por un puñado largo de lectores, familiares y amigos que quisieron acompañarnos en la sesión del Aula de la Palabra de Norbanova. Para empezar, los encantadores anfitriones, Jesús María Gómez y Flores y Deli Cornejo (autora de la fotografía que ilustra esta entrada). Para seguir, el presentador, Miguel Ángel Lama, que estuvo, como siempre, acertado, cálido, entretenido y riguroso, demostrando a las claras que los datos, las lecturas y el estudio deben guiar cualquier labor crítica que se precie, por encima de las ocurrencias y los afectos, en uno u otro sentido. Equilibrio es una palabra que define bien a este hombre, acaso el que más y mejor sabe sobre la literatura escrita por extremeños desde que esta tierra existe para las letras, en sentido estricto. 
Conversamos sobre el libro, lo desmenuzamos hasta donde nos pareció oportuno (para eso se celebran estos confidenciales encuentros con los lectores) y luego leí algunos poemas, también aderezados con las consiguientes claves y explicaciones. Hice caso a Jordi Doce y creo que me explayé como es debido. 
Abajo, pero muy cerca, entre otros, Yolanda, protagonista del librito (a mi suegra le zumbarían a distancia los oídos, por las numerosas menciones), mi hija Leticia y Carlitos, Carmina y mi hermano Jesús, José Luis Bernal (que intervino en el coloquio con la sabia sensatez que le define), Elías Moro (que vino de Mérida, muito obrigado), Chema Cumbreño (con su pequeña carga de liliputienses encima), libreros como Antonio "El Buscón" y Jaime Naranjo jr., Teresa Guzmán (que se acercó desde Don Benito, muchas gracias), Irene Sánchez Carrón y Ramón Parejo (que iban camino del Valle), Susi (por la que no pasan los años), Hilario Jiménez, Rogelio Pérez, Salvador Vaquero, Antonio Burillo, Vidal (a quien ni siquiera saludé), Dionisio y bastantes personas más que ahora olvido (perdón), pero a las que del mismo modo agradezco que perdieran su precioso tiempo, casi veraniego y de viernes, para estar conmigo. 
Alrededor de unas cañas, en el Liceo, despedimos una noche intensa. Momentos así compensan de la soledad del escritor de fondo. El martes, más.
Lorenzo Cordero / HOY