9.12.14

Juvenalia (o casi)

Kim Manresa (fragmento)
No sin antes pedir disculpas por no dedicar a cada libro el espacio que a buen seguro se merece, traigo a este rincón un puñado de obras de poetas jóvenes (con una excepción) que, una vez leídas, conviene siquiera, ya digo, mencionar. Por ejemplo, La cuerda rota, del cordobés José Ignacio Montoto (1979), que publica Renacimiento y fue Premio de Poesía Andalucía Joven. Escrito en versículos, se trata de un intenso y fragmentario poema de amor escrito desde una voz femenina y donde encontramos aciertos evidentes en poemas como "Resistencia", "Escoria" o "Melancolía". 
Luis María Marina (1978), extremeño en Lisboa, publica en Papeles de Trasmoz (Olifante) Nueve poemas a Sofía, su nueva hija, y, por eso, estamos ante unos versos muy portugueses plenos de sentimientos (léase "Testamento", por ejemplo, o "Sofía") en los que la ciudad del Tajo y su aura cobran también un protagonismo significativo. 
Huir verano, del turolense Nacho Escuín (1981) es un libro intenso que publica La Isla de Siltolá, centrada ya en el empeño de dar a la luz obras de nuevos poetas a través de su colección Tierra. Poemas extensos, entre la prosa y el versículo, y otros de un solo verso (que se acercan al aforismo), coexisten para ofrecer una poesía de tono autobiográfico (léase el culturalista y viajero "Tema (Autorretrato con espejo)", que abre el libro) y línea clara que, tanto en lo extenso y discursivo como en lo conciso y silenciario, logran conmover al lector.
En la misma colección podemos leer Demo, del sevillano Jaime Sánchez Martín (1995), sesenta y cuatro poemas breves o muy breves, de marcado carácter aforístico, que desde la sugerencia de inspiración oriental consiguen dar que pensar y sorprender. 
De más largo aliento son los poemas que componen Además del llanto, del onubense del 77 Enrique Zumalabe Ramblado (un nombre artístico demasiado complejo al que, supongo, bastaría el primer apellido), que también edita Siltolá y donde sobresale una voz evocadora (la infancia, la memoria, los otros) que reflexiona o recuerda en primera persona. Se adelgaza en la sección "Erótica", aunque, como digo, se mantiene cavilosa entre lo confesional y lo memorialístico.
Uno de los poemas de ese libro se titula "Badajoz" y a Extremadura (Yuste, Jaraíz...) se refiere en alguno de los suyos Miguel Ángel Curiel (Korbach, Alemania, 1966, aunque el apellido suene muy verato) que publica Trabajos de purificación en Olcades Poesía, poemas en prosa o prosas poéticas, que uno nunca sabe, donde prima la visión, sin que eso obligue al poeta a prescindir del toque imaginativo e irracionalista. Lleva un prólogo de Rafael Escobar Sánchez que sitúa no sólo la obra, sino también al autor, con una ya extensa obra publicada y significativos premios en su haber.
También en la editorial sevillana que capitanea Javier Sánchez Menéndez aparece Transparente, de la gaditana Rosario Troncoso (1978), un título bien elegido que se adecúa perfectamente a una manera de decir clara y sencilla, en apariencia frívola (a pesar de que aborde temas vitales serios y complejos), muy cercana a los modos de la denominada "poesía de la experiencia" (hay citas delatoras, a modo de homenaje, de García Montero y Benítez Reyes), fresca y ocurrente y, en consecuencia, apta para lectores de este tiempo.