Martín López-Vega (Poo de Llanes, 1975) vuelve a este rincón por el que pasó hace poco. Esta vez por la publicación de un nuevo libro de poemas en la preciosa colección La Cruz del Sur de Pre-Textos. Se titula La eterna cualquiercosa, el mismo que el del último poema del libro que incluye un verso de la estadounidense Anne Carson que lo inspira.
No podía empezar mejor, con el poema "Canción de rinoceronte": "Es hermoso..."
El viaje, la errancia, es una constante en este hombre al que, si se me permite el término, calificaría de verdadero "culo inquieto". Estudió Filología en Oviedo y Literatura Portuguesa en Braga y pasó por la Academia de España en Roma. Ahora enseña portugués en la Universidad de Iowa (Estados Unidos), dirige la colección de poesía ¡Arre! (de Arrebato Libros) y publica un blog, Rima interna (El Cultural). Unido a esa inquietud (que en este libro le lleva, entre otros sitios, a Brasil y a Grecia, además de a Iowa), subrayamos su cosmopolitismo poético (inseparable de su labor como traductor), algo que se nota en las citas explícitas que deja caer (con todo sentido) en sus poemas y las implícitas, homenajes encubiertos o no a autores dilectos: "Aparición de Lêdo Ivo" ("Sé palabra. Se lenguaje. Que tu obra te cree"), por ejemplo. O "Félix Romeo (1968-2011)", alma gemela: "Eres el profeta de lo posible". O a otros amigos, como Xuan Bello ("Yendo a casa...") y Jesús Aguado.
En otro poema, "Puerta entornada", dedicado a Seamus Heaney (S. H.) da pie a nuevas conversaciones con difuntos: Milosz, Auden, Brodsky, Eliot, Horacio... "Somos quienes fueron", escribe en "El polvo de la manada", lo que me da pie a señalar lo poco que le gusta "el triste rebaño". Porque "El verdadero poeta va solo. / Los que van en manada son el coro", leemos en "Dira necessitas".
Son muchos los poemas valiosos del libro (ninguno no merecería estar, preciso). Así, "Autorretrato hacia 2009", donde el verso "Que arda el pasado" anuncia la importancia en su vida de un giro que le ha llevado, ya dijimos, lejos, al otro lado del Atlántico. "Tal vez se trata de despojarse después de conocerse". De "hacer deshaciendo, / desvelar velando, / ser de-siendo". Sí, La eterna cualquiercosa marca un punto de inflexión en la trayectoria vital y literaria de López-Vega. Y me da que para bien. O para mejor.
No es ajena a ese movimiento -otra sospecha- Patricia, a quien dedica la obra y algunos certeros poemas amorosos: "Llámala / felicidad, llámala calma, llámala Patricia".
Desde alguna parte, la figura del abuelo le contempla. En "Esfera", otro bonito poema logrado.
No falta tampoco la ironía (el carácter del crítico ML-V no la puede ocultar), como en "Gajes del ofidio": "Quien se arrastra se desgasta". Ni cierto regusto a poesía popular o primitiva (por seguir a Ernesto Cardenal), que encontramos, pongo por caso, en "Nikisi".
En un momento dado, leemos:
Hemos detenido el tiempo y podemos movernos por su quietud.
-Esto es lo que la poesía enseña al mundo.
-Te parecerá poco.
Y no, no lo es. De ese pequeño milagro da cuenta este libro que se demora en el centro de la cambiante historia. "Que no sea por no intentarlo".
Hemos detenido el tiempo y podemos movernos por su quietud.
-Esto es lo que la poesía enseña al mundo.
-Te parecerá poco.
Y no, no lo es. De ese pequeño milagro da cuenta este libro que se demora en el centro de la cambiante historia. "Que no sea por no intentarlo".