14.12.14

Palabra de Salvago

Javier Salvago (Paradas, Sevilla, 1950) no necesita presentación. Es uno de los pocos poetas mayores que publica La Isla de Siltolá en su colección Tierra, donde acaba de aparecer Una mala vida la tiene cualquiera. El título lo dice todo acerca de lo que el lector va a encontrarse dentro. No es casualidad que Salvago eligiera para su autobiografía el rótulo de Memorias de un antihéroe. Aquí hace recuento de la vida pasada y nos ofrece el retrato de un hombre fracasado que no supo aprovechar las circunstancias, que, por miedo, cobardía o dejadez, no llegó a ser el que acaso hubiera podido, aunque eso nunca se sabe. En "Ajuste de cuentas", "La verdad verdadera", "El pesimista" (un excelente poema que uno, con su permiso, suscribe), "Epitafio" o "Sin pudor ni vergüenza" da buena cuenta de ello. Sin contemplaciones. 
Mediante soleares, coplas, epigramas, haikus (estupendos los que titula "Haikus de la frontera") y apuntes (aforismos, diría) logra trasladarnos el dolor, la frustración, la tristeza, el enfado, la mentira y, en fin, cuantos sentimientos y emociones alcanzan al ser humano, del todo humano, que vive. Con no poca ironía y un gran sentido del humor, conviene señalarlo. No en vano, Salvago tituló su segundo libro, jugando con el de una obra de Vicente Aleixandre, La destrucción o el humor. La ocurrencia y el ingenio son también marcas de la casa.
Es uno de sus más conspicuos representantes y, por eso, se le colocó hace tiempo a sus versos el marchamo de "poesía de la experiencia". Es cierto que su tono coloquial y desengañado se acerca y mucho a esa manera de entender el hecho poético. Por las palabras gastadas que usa, la apariencia de confesión, el intimismo manifiesto, la sencillez compositiva, el uso de la parodia, etc. A la poesía, a secas, dedica, por cierto, el primer poema del libro, un descreído acierto en toda regla. 
De lo que puede estar seguro quien toque este libro, escrito "en el tramo final ya de tu vida", es de que tocará a un hombre, parafraseando las famosas palabras del recién resucitado Walt Whitman.