15.1.15

La poesía de Félix-Díaz

"Este desesperado volumen fue escrito en México D. F., publicado en Sevilla, dedicado en Berlín y destinado a terminar en Plasencia...", reza en la dedicatoria que el guionista y poeta Alfredo Félix-Díaz (Ciudad de México, 1974) tuvo a bien escribir en mi ejemplar de Nada que perder. Buena muestra, por cierto, de cómo viven y se mueven los jóvenes poetas del siglo XXI. 
El libro fue editado por Renacimiento en 2013 y para entonces ya había visto la luz, en 2009, Si resistimos, que publicó Adonais tras conseguir un accésit del premio de la casa el año anterior. En la solapa se da cuenta de una ópera prima: Salve Regina (2001). 
Los dos primeras, que son las que conozco, son obras excelentes. Nada que perder lleva un prólogo entregado de Luis Alberto de Cuenca donde alude, con justicia, a su "poesía encantadora, atenta a las técnicas y a las métricas tradicionales, relampagueante, graciosa, sutil, original, personalísima." 
Hay más alegría en Si resistimos, fundada en sus creencias religiosas, pero también por la confianza en el hombre y sus posibilidades redentoras. No faltan en él las referencias mitológicas y un aire épico que nos lleva directamente a uno de sus maestros declarados (le dedica un magnífico poema: "Orestes"), Julio Martínez Mesanza. También poemas de amor ("loco", como los de Nada que perder), corridos y otros entre los que, por su envergadura, debo citar "Flores blancas". "Resistir", una fe de vida, también merece ser mencionado, o "Tripartita" y el que abre el conjunto: "Después de Troya".
Ah, el propio Félix-Díaz reclama una influencia poderosa: la de la narradora estadounidense Flannery O'Connor.
En el libro de Renacimiento puede que haya una mayor madurez, debida, sobre todo, a los efectos del paso del tiempo. De ahí, acaso, lo del "desesperado" en la dedicatoria.
Más cinematográfico (su profesión al parecer), con versos de amour fou (que recuerdan a los de su prologuista), con poemas tanto extensos ("El parque", "Verano" o el narrativo "1985") como breves (excelente "Mar del Sur" o "Telegramas a Calipso") y hasta muy breves (a veces de uno o dos endecasílabos), Nada que perder es ante todo un libro lleno de amor y de mujeres. De celebración y de derrota: "contra un monstruo de amor no puede el hombre". Con música de fondo: la de su compatriota José Alfredo Jiménez.
La presencia de Cirlot, uno de los grandes (se le mencione o no), le da al libro un toque especial (más atrevido en lo formal) y al lado de la, digamos, desesperación no faltan ni la ironía ni el humor, dos armas líricas imprescindibles de esta poética de línea clara con evidentes tintes autobiográficos.
De algunos libros no nos iríamos nunca, como hace al caso. Lo mejor es que de Alfredo Félix-Díaz vendrán otros. A la espera quedamos.