Angelís Dimitris anunciaba hace unos días que acaba de salir el número 10 de Frear, donde uno colabora con un breve artículo dedicado a las revistas literarias. A pesar de lo que uno (pesimista por naturaleza) pensaba, están resurgiendo con fuerza en España. En el breve análisis, con simbólico recuento incluido, falta la mención a Psicopompo, la última en llegar. Cuando lo escribí, aún no existía.
Cacereña, como la librería-café de la que toma el nombre (que alude a un "ser que en las mitologías o religiones tiene el papel de conducir las almas de los difuntos hacia la ultratumba, cielo o infierno") y (supongo) Lupe Salguero, en coedición con Ediciones Liliputienes y bajo la dirección del inefable Chema Cumbreño, reúne un montón de poemas, una entrevista (de Jorge Posada con Frak Báez) y tres reseñas de Víctor Peña Dacosta (una de ellas, ya ven, sobre Más allá, Tánger).
No voy a enumerar a todos los poetas -hombres y mujeres, de los dos lados del Atlántico-, si bien puedo destacar, por la extensión de sus respectivas muestras, a Marcos Matacana y al citado Víctor Peña que recupera poemas inéditos del ciclo de su primer libro. Permítanme que nombre también a Elías Moro, siquiera sea por salirse del verso y publicar aforismos (o así, como el dice) y, si no me equivoco, por ser el único de los convocados en esta primera entrega que vive en esta región del Poniente español. Lo digo porque en el prologuillo de Cumbreño -un editorial en toda regla-, el inventor de la cosa liliputiense escribe: "Hace casi veinte años, cuando esta región era un yermo en el plano cultural, Ángel Campos Pámpano se atrevió a querer cambiar la inercia de las cosas y a tratar de que a Extremadura, a través de la aulas literarias que él creó, viniesen escritores de primera de los que todos pudiésemos aprender. (...) Ahora, que de aquí vuelve a marcharse la gente joven con talento, hemos de intentar por todos los medios que haya algún acicate cultural que nos ayude a no perder todo lo que se ha conseguido con tanto esfuerzo. En eso, con humildad y entusiasmo, estamos unos cuantos."
Larga vida, en fin, a esta nueva revista que nace con tan nobles principios y bajo la sombra tutelar de nuestro añorado amigo Pámpano.
Cacereña, como la librería-café de la que toma el nombre (que alude a un "ser que en las mitologías o religiones tiene el papel de conducir las almas de los difuntos hacia la ultratumba, cielo o infierno") y (supongo) Lupe Salguero, en coedición con Ediciones Liliputienes y bajo la dirección del inefable Chema Cumbreño, reúne un montón de poemas, una entrevista (de Jorge Posada con Frak Báez) y tres reseñas de Víctor Peña Dacosta (una de ellas, ya ven, sobre Más allá, Tánger).
No voy a enumerar a todos los poetas -hombres y mujeres, de los dos lados del Atlántico-, si bien puedo destacar, por la extensión de sus respectivas muestras, a Marcos Matacana y al citado Víctor Peña que recupera poemas inéditos del ciclo de su primer libro. Permítanme que nombre también a Elías Moro, siquiera sea por salirse del verso y publicar aforismos (o así, como el dice) y, si no me equivoco, por ser el único de los convocados en esta primera entrega que vive en esta región del Poniente español. Lo digo porque en el prologuillo de Cumbreño -un editorial en toda regla-, el inventor de la cosa liliputiense escribe: "Hace casi veinte años, cuando esta región era un yermo en el plano cultural, Ángel Campos Pámpano se atrevió a querer cambiar la inercia de las cosas y a tratar de que a Extremadura, a través de la aulas literarias que él creó, viniesen escritores de primera de los que todos pudiésemos aprender. (...) Ahora, que de aquí vuelve a marcharse la gente joven con talento, hemos de intentar por todos los medios que haya algún acicate cultural que nos ayude a no perder todo lo que se ha conseguido con tanto esfuerzo. En eso, con humildad y entusiasmo, estamos unos cuantos."
Larga vida, en fin, a esta nueva revista que nace con tan nobles principios y bajo la sombra tutelar de nuestro añorado amigo Pámpano.