Miguel Floriano (Oviedo, 1992) publica en Ediciones Oblicuas Tratado de identidad. A pesar de su corta edad, es ya su segundo libro. Estudia en su ciudad natal, como Xaime Martínez, otro precoz poeta ovetense y, por tanto, pertenece a la última hornada de poetas asturianos; una tradición que, como señala el prologuista de la obra, el poeta y crítico José Luis Morante en "Fondo de Blues", es pródiga en nombres importantes a lo largo de las última décadas, y aun antes. Morante advierte que Floriano "prefiere la sencillez de expresión del tono coloquial y la hondura emocional". Un tono, añade uno, que le emparenta, a debida distancia, con casi todos los vates del Principado de los que uno ha venido hablando en este rincón en los últimos tiempos, como Sevillano, Olay y el citado Martínez. Aires, supongo, de generación. O, doy en suponer, de grupo, revista y tertulia.
Una cita de Miguel d'Ors abre el conjunto. Le une en unos versos a Víctor Botas para afirmar que son para él "los esenciales / maestros de la vida y la Poesía". Hay otros maestros reconocibles. Felipe Benítez Reyes ("Como todo buen iluso, yo también..."), Luis García Montero ("Acuérdate de mí..."), su paisano Ángel González ("Poética que acostumbro a imponerme", se titula un poema), Gil de Biedma ("Renuncio a ser feliz..."). ¿Poesía de la experiencia? Sí, así se hubiera dicho hace unos años. Lo cotidiano, el tú. Léase, a modo de ejemplo, "La culta", un poema de la serie "Seis fotografías". Por lo demás, llama la atención el uso del encabalgamiento (sobre todo en los sonetos que pierden de ese modo su peor soniquete). También los finales de los poemas: contundentes, redondos. Al fondo, un gusto musical, otro rasgo generacional.
Poesía, en fin, amable, clara, paradójica, donde habla, como todos los jóvenes, de amores, de amigos, de abuelos ("Prometimos no contarlo")... "Es la palabra lo que nos hace vivir. / Lo demás solo nos mantiene entretenidos." Pues eso.
Una cita de Miguel d'Ors abre el conjunto. Le une en unos versos a Víctor Botas para afirmar que son para él "los esenciales / maestros de la vida y la Poesía". Hay otros maestros reconocibles. Felipe Benítez Reyes ("Como todo buen iluso, yo también..."), Luis García Montero ("Acuérdate de mí..."), su paisano Ángel González ("Poética que acostumbro a imponerme", se titula un poema), Gil de Biedma ("Renuncio a ser feliz..."). ¿Poesía de la experiencia? Sí, así se hubiera dicho hace unos años. Lo cotidiano, el tú. Léase, a modo de ejemplo, "La culta", un poema de la serie "Seis fotografías". Por lo demás, llama la atención el uso del encabalgamiento (sobre todo en los sonetos que pierden de ese modo su peor soniquete). También los finales de los poemas: contundentes, redondos. Al fondo, un gusto musical, otro rasgo generacional.
Poesía, en fin, amable, clara, paradójica, donde habla, como todos los jóvenes, de amores, de amigos, de abuelos ("Prometimos no contarlo")... "Es la palabra lo que nos hace vivir. / Lo demás solo nos mantiene entretenidos." Pues eso.