La lectrice soumise. Magritte |
2. No comprendo que se premie un libro por la ambición, dicen, del autor al escribirlo. En poesía (y en literatura) lo único que cuentan son los resultados y no las motivaciones, por elevadas que éstas sean. Ah, tampoco entiendo lo de "texto ambicioso". ¿Qué es eso? ¿El texto puede tener "ansia o deseo vehemente de algo"? De "poder, riquezas, dignidades o fama", si acaso, el autor. Y no en sentido figurado. Algunos, por lo menos. Los antes mencionados, por ejemplo.
3. He vuelto a comprobar (y van...) cómo reacciona el personal cuando uno opina. O critica, forma verbal, lo sé, de un verbo maldito; más en este país de liberales de pacotilla. A eso, hay que ser simple, le llaman "ladrar". ¿Y cuando se elogia? Manca finezza. Desazona -una mezcla de rabia y tristeza- que la gente reaccione así. Por más argumentos que esgrimas para demostrar lo evidente. Menos mal que, ya lo dije aquí atrás, uno sólo habla, y bien, de los libros que le gustan, que si no... Sin que por eso, añado de inmediato (no seamos simplistas, por no decir bobos), queramos dar a entender que cualquier obra que no se mencione en este rincón sea mala. Sólo puedo comentar lo que leo de aquello que me llega o compro, como es obvio. Y eso ni de broma es todo. Por suerte.
4. A veces no es tal o cual poesía la que se nos indigesta. La culpa es de las malas imitaciones (o no) de sus afanosos plagiarios.
5. Se vuelve a confirmar: en el país de los ciegos, el tuerto es rey.
5. Se vuelve a confirmar: en el país de los ciegos, el tuerto es rey.