"Muchacha con un libro". A. Deineka |
«La escuela, la Universidad sólo tienen sentido en la medida que formen individuos cultos y libres, no meros consumidores o integrantes de masas informes. La escuela, la Universidad, con el uso sensato de los nuevos instrumentos de construcción y trasmisión de la información, han de seguir siendo agentes del pensamiento creativo, reflexivo, crítico, solidario y en permanente deseo de aprender. Bienvenidos los aparatos, los instrumentos que auxilien dicha labor si, sobre todo, enfatizan el valor fundamental del factor humano.
Si para caminar en la vida necesitamos la pausa, la reflexión, el lento asimilar de cada concepto, pongamos en cuarentena todos aquellos instrumentos que apelan exactamente a lo contrario. La instantaneidad, la concurrencia efervescente de llamadas que diluyen nuestra atención, que tornan la contemplación en hiperactividad; que nos hacen ir de un lugar a otro, en un rumbo cada vez más errático, lo que tan poco tiene que ver con el inevitable sereno ritmo de saber. Madurar requiere de un tiempo. Hoy más que nunca, y precisamente como compensación a la “velocidad de los tiempos”, necesitamos apelar al silencio, a la intimidad, a la concentración, a la imprescindible construcción de referencias culturales, y a la capacidad de interpretación e integración del texto, de la obra. La mente no puede ser educada en la dispersión. En el continuo ajetreo. Somos caminantes, no velocistas. De ahí que, una vez más, reclame la práctica reposada de la conversación, del diálogo, de la comunicación, de la lectura.» (...)
«“La desaparición del lector en profundidad lleva a la regresión de la creación intelectual”, escribe Roberto Casati en Elogio del papel (Ariel). Y añade el escritor y director del CNRS (Centre National de Recherche Scientifique) “la escuela debe, en cierta medida, resistirse a las tecnologías distrayentes, el verdadero cambio es el desarrollo moral e intelectual de los individuos”.»
César Antonio Molina, "La lectura secuestrada". El País.