Hablamos de una "pequeña capital de la Bohemia Central, en la República Checa", ciudad natal del malogrado poeta Jiří Orten, lugar que ha inspirado el último libro del alicantino Antonio Moreno, Cuaderno de Kurtná Hora, publicado en la Colección DKV de Poesía, que dirige desde Jerez, con mano sabia y cuidado exquisito (los poemas sólo van en página impar), el también poeta José Mateos.
Quienes frecuentan este blog saben de mi admiración por la poesía de Moreno, un hecho que esta nueva entrega no hace sino fortalecer. Escrito, nos confiesa el autor, al mismo tiempo que otro de sus libros, El caudal, de la ciudad checa, "más que un buen recuerdo", obtiene el poeta "una emotiva representación de la pródiga juventud perdida, cuando todos aquellos a quienes más queríamos vivían."
Vuelve uno a encontrar aquí sensibilidad, transparencia, sencillez, sosiego y todo ese cúmulo de virtudes poéticas que dan como resultado, por paradójico que parezca, una sorprendente lección de humildad. Algo que se aprecia desde el primer poema del libro: "Un dibujo": El pequeño dibujo de una flor / embellece la tapa del cuaderno / en donde escribo, y sus cuidadas líneas / –las minuciosas líneas de un botánico– / me hablan de aquel sosiego en Kurtná Hora. / La flor del azafrán, con sus seis pétalos / morados y sus hojas tan escuetas, / esa flor del dibujo, guarda aún, / intacto, el cielo azul de aquellos días. / Ya no querría ser sino esos pétalos / surgidos en la paz de Kurtná Hora.
Todo lo consigue con flores, templos, casas, luces, nubes, libros, pájaros, mariposas e insectos... Elemento naturales y sencillos.
También con emociones. Así, en "Mi madre me ha hablado de un paseo" o "Canción de los adioses", donde aborda uno de sus temas favoritos: los amigos, la amistad.
Su aguda capacidad de observación ayuda no poco a celebrar estos versos cargados de sonido y de sentido (como en el poema "De un modo extraño, por ejemplo, o "En mitad de un viaje"); tan poco llamativos como profundos: "Sólo sé que llego (...) / como quien vuelve de ninguna parte."
La armonía convive con la melancolía en el hermoso poema "La Mañana".
En "Cementerio en Deià", junto a la tumba de Robert Graves, leemos estos versos bellísimos: "Aunque haya de extinguirse, igual que todo, / aunque deba olvidarse para siempre, / algo de eternidad tiene un poema: / anda encima del tiempo y de sus horas / como el aceite flota sobre el agua."
En "Noche de invierno", leemos al poeta meditativo que ante todo Moreno es, donde lo mismo encuentra uno ecos de Fray Luis que de Leopardi. "Si me distraigo, pienso en el silencio", escribe al final de "La liebre y la tortuga".
En "Geocentrismo" comprobamos que es capaz de hacer que parezca nuevo aquello que lleva aquí desde siempre y vemos de continuo al amor de la costumbre. De la perplejidad, esta mirada. "El simple ver".
En "El gris, el blanco", leo: "... jamás me cansaría / andar por esta tierra. / Andar es una bendición de Dios. / Por eso escribo ahora como entonces. / En el lugar de siempre."
Y al final, una pregunta: "¿Y en dónde encontrarías Kurtná Hora?". Y una evidencia: "Ni volviendo estaría en Kurtná Hora."
La armonía convive con la melancolía en el hermoso poema "La Mañana".
En "Cementerio en Deià", junto a la tumba de Robert Graves, leemos estos versos bellísimos: "Aunque haya de extinguirse, igual que todo, / aunque deba olvidarse para siempre, / algo de eternidad tiene un poema: / anda encima del tiempo y de sus horas / como el aceite flota sobre el agua."
En "Noche de invierno", leemos al poeta meditativo que ante todo Moreno es, donde lo mismo encuentra uno ecos de Fray Luis que de Leopardi. "Si me distraigo, pienso en el silencio", escribe al final de "La liebre y la tortuga".
En "Geocentrismo" comprobamos que es capaz de hacer que parezca nuevo aquello que lleva aquí desde siempre y vemos de continuo al amor de la costumbre. De la perplejidad, esta mirada. "El simple ver".
En "El gris, el blanco", leo: "... jamás me cansaría / andar por esta tierra. / Andar es una bendición de Dios. / Por eso escribo ahora como entonces. / En el lugar de siempre."
Y al final, una pregunta: "¿Y en dónde encontrarías Kurtná Hora?". Y una evidencia: "Ni volviendo estaría en Kurtná Hora."
EL pequeño dibujo de una flor
embellece la tapa del cuadernoen donde escribo, y sus cuidadas líneas
–las minuciosas líneas de un botánico–
me hablan de aquel sosiego en Kurtná Hora.
La flor del azafrán, con sus seis pétalos
morados y sus hojas tan escuetas,
esa flor del dibujo, guarda aún,
intacto, el cielo azul de aquellos días.
Ya no querría ser sino esos pétalos
surgidos en la paz de Kurtná Hora.
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EL pequeño dibujo de una flor
embellece la tapa del cuadernoen donde escribo, y sus cuidadas líneas
–las minuciosas líneas de un botánico–
me hablan de aquel sosiego en Kurtná Hora.
La flor del azafrán, con sus seis pétalos
morados y sus hojas tan escuetas,
esa flor del dibujo, guarda aún,
intacto, el cielo azul de aquellos días.
Ya no querría ser sino esos pétalos
surgidos en la paz de Kurtná Hora.
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EL pequeño dibujo de una flor
embellece la tapa del cuadernoen donde escribo, y sus cuidadas líneas
–las minuciosas líneas de un botánico–
me hablan de aquel sosiego en Kurtná Hora.
La flor del azafrán, con sus seis pétalos
morados y sus hojas tan escuetas,
esa flor del dibujo, guarda aún,
intacto, el cielo azul de aquellos días.
Ya no querría ser sino esos pétalos
surgidos en la paz de Kurtná Hora.
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pequeño dibujo de una flor
embellece la tapa del cuadernoen donde escribo, y sus cuidadas líneas
–las minuciosas líneas de un botánico–
me hablan de aquel sosiego en Kurtná Hora.
La flor del azafrán, con sus seis pétalos
morados y sus hojas tan escuetas,
esa flor del dibujo, guarda aún,
intacto, el cielo azul de aquellos días.
Ya no querría ser sino esos pétalos
surgidos en la paz de Kurtná Hora.
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embellece la tapa del cuadernoen donde escribo, y sus cuidadas líneas
–las minuciosas líneas de un botánico–
me hablan de aquel sosiego en Kurtná Hora.
La flor del azafrán, con sus seis pétalos
morados y sus hojas tan escuetas,
esa flor del dibujo, guarda aún,
intacto, el cielo azul de aquellos días.
Ya no querría ser sino esos pétalos
surgidos en la paz de Kurtná Hora.
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pequeño dibujo de una flor
embellece la tapa del cuadernoen donde escribo, y sus cuidadas líneas
–las minuciosas líneas de un botánico–
me hablan de aquel sosiego en Kurtná Hora.
La flor del azafrán, con sus seis pétalos
morados y sus hojas tan escuetas,
esa flor del dibujo, guarda aún,
intacto, el cielo azul de aquellos días.
Ya no querría ser sino esos pétalos
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