El editor Marino González Montero, autor de narrativa y teatro, nos sorprendió el año pasado con su primer libro de poesía: Incógnita del tiempo y la velocidad. Llega ahora su segunda entrega lírica, editada también por de la luna libros con el título Un estanque de carpas amarillas y una sugerente cubierta donde nadan dos de esos peces, los que aparecen en distintos poemas del libro ("Haikus del estanque", "Tankas de septiembre", "Haikucoplilla"), como el que cierra la primera parte de una obra divida en cuatro, tantas como estaciones tiene del año. Sí, de un diario anual se trata, con versos recogidos desde el verano hasta la primavera. Muy particular, por tanto.
En apariencia, con la libertad del impromptu. Se nota una gran frescura al abordar el asunto del que trata el poema y, cómo no, a la hora de resolverlo formalmente. Ya sea el amor ("Soy", "Se nos olvidó sentir") o la memoria ("Waterproof 100 metres", "Las tueras"). Una sensación que se acentúa con el empleo de juegos de palabras, el tono irónico, la heterodoxia formal (en lo que a la sintaxis y la puntuación se refiere) y otros recursos que dotan a esta poesía de una desenvoltura llamativa. Ejemplo de cuanto digo podría ser el vallejiano "Blues Monday", que empieza: "Ay lunes triste / como todo lo que atiende por lunes".
La mayor parte de los poemas tienen cierta extensión, la suficiente como para que González Montero demuestre que domina el arte de componer y que es capaz de mantener el discurso a lo largo de no pocos versos. Así, en "Ya están las tardes ardiendo de las suyas" (ejemplo de esa soltura a que antes me refería), "Guía de viaje", "A veces me desmayo", "Sangre de siesta"...
Con todo, hay poemas breves también (además de los orientales citados más arriba), como "Cursillo de estarcido", que me ha gustado especialmente.
"Ha pasado un año" se titula el último poema del libro, cuyos primeros versos rezan: "Ha pasado un año y con embargos / una vida entre el cieno de estar vivo".
En apariencia, con la libertad del impromptu. Se nota una gran frescura al abordar el asunto del que trata el poema y, cómo no, a la hora de resolverlo formalmente. Ya sea el amor ("Soy", "Se nos olvidó sentir") o la memoria ("Waterproof 100 metres", "Las tueras"). Una sensación que se acentúa con el empleo de juegos de palabras, el tono irónico, la heterodoxia formal (en lo que a la sintaxis y la puntuación se refiere) y otros recursos que dotan a esta poesía de una desenvoltura llamativa. Ejemplo de cuanto digo podría ser el vallejiano "Blues Monday", que empieza: "Ay lunes triste / como todo lo que atiende por lunes".
La mayor parte de los poemas tienen cierta extensión, la suficiente como para que González Montero demuestre que domina el arte de componer y que es capaz de mantener el discurso a lo largo de no pocos versos. Así, en "Ya están las tardes ardiendo de las suyas" (ejemplo de esa soltura a que antes me refería), "Guía de viaje", "A veces me desmayo", "Sangre de siesta"...
Con todo, hay poemas breves también (además de los orientales citados más arriba), como "Cursillo de estarcido", que me ha gustado especialmente.
"Ha pasado un año" se titula el último poema del libro, cuyos primeros versos rezan: "Ha pasado un año y con embargos / una vida entre el cieno de estar vivo".