17.10.15

Una sueca

Rolf Petterson
Permítanme que comience por el traductor de este libro. Sí, porque siempre estaremos en deuda con Francisco J. Uriz, un hombre que nos ha permitido conocer y apreciar la poesía nórdica europea acaso como nadie y que, a pesar de la edad, no ceja en ese noble empeño que uno quiere reconocer con la debida humildad desde este apartado rincón. Gracias.
Nos presenta ahora a la sueca Sonja Åkesson, que nació en Buttle, en la isla de Gotland, en 1926 y, tras una penosa existencia, murió en Estocolmo en 1977.
Vivo en Suecia (Vaso Roto) es una amplia antología que da la medida exacta de su obra. La de alguien que fue muy famosa y leída en su país natal ("la poetisa del modelo sueco", según Uriz), lo que resulta sencillo de comprender a la luz de estos versos. Su poesía es clara, sin duda, e incluso asequible y conversacional, esa que recomendaríamos a quien no lee poesía. Pero también al lector habitual. Esta mujer no era una ingenua ni sus poemas cualquier mercancía lírica de esas que acaparan las listas de libros más vendidos de (presunta) poesía. (La de El Cultural, pongo por caso. Todavía no he salido de mi asombro al mirarla la última vez: apenas si conocía a uno de los autores citados, y se le mencionaba por un libro de prosas. No me extraña que también se haya sorprendido el rápido y sagaz Bonilla.)
Fue una mujer con sucesivos desengaños amorosos e hijos de varios padres que vivió entre la depresión y la angustia (padeció de hecho una enfermedad mental), bebedora compulsiva (fue alcohólica y se la llevó un cáncer de hígado) que las feministas adoptaron "como suya".
Sus poemas, propios acaso de una optimista bien informada o de una pesimista lúcida, de una persona sola, "destellan coraje, seguridad, posibilidades". ¿Qué la movió a escribir? Acaso, se nos sugiere en el prólogo, la muerte prematura de un hijo por culpa de la leucemia a los dos años. No empezó demasiado pronto.
Su ámbito es el cotidiano. El de la casa y los hijos. El de los paseos y las tareas comunes. Vivió "una pequeña vida". Sostiene Uriz que el tema omnipresente de su obra es "la duda de que exista la posibilidad de que podamos comprendernos y la de que estamos condenados a permanecer en nuestra soledad".
Algunos de sus extensos poemas demuestran que, a pesar de la fama de sencilla, fue una mujer que dominó su oficio. Basta leer "La cuestión matrimonial", "Autobiografía" ("Vivo una vida tranquila / cerca del metro. / Soy sueca."), "¿Qué aspecto tiene tu color rojo?" ("No hay camino de salida"), "Nuestra casa", "Okey", "Me acuerdo" (a lo Perec), "De mamá" y "Visita a la Fundición de Sandviken" (donde mezcla distintos géneros).
Otros, menos extensos pero que en nada desmerecen de los citados anteriormente, dan también en la diana: "Autorretrato", "Roer", "Hilos", el extraordinario y duro "En nuestra casa" (sobre el matrimonio, que termina: "nos regodeamos tragándonos el uno al otro // nos rumiamos // nos rumiamos"), "Somos muy afortunados" (donde su ironía luce con fuerza), "Canción navideña, "Sola", "Privilegiada" (de su experiencia psiquiátrica: "Esta es una habitación para llorar"), "Nata helada", "Sí gracias" o "Imposible", el que cierra la muestra y que termina: "Tus ojos se reflejan hacia adentro / más allá / inalcanzables".