26.11.15

En la otra vida

Le gustan a uno los libros difíciles de catalogar por su género. Los raros. Los que mezclan en sus páginas la poesía, la prosa, el diario, el ensayo, el aforismo... Este del poeta jerezano José Mateos (1963), Un año en la otra vida (Pre-Textos), lo es.
Se trata de un diario, sí, escrito entre los años 2013 y 2014, pero en rigor es mucho más que eso. Uno diría que, ante todo, es un libro de poesía, y no sólo porque aparezcan poemas (a veces en forma de sugerentes enumeraciones caóticas) o se reflexione sobre ella ("La poesía -la vida- siempre trata de sí misma. De sí misma y del amor"). Está en el espíritu de un libro que puede ser calificado, sin ambages, de espiritual.
Sólo la muerte o, mejor, los muertos, le roban protagonismo. "Los del transtiempo". Seres que se fueron y que se le aparecen cada poco y que hablan con él. Como Luisa, que rima con sonrisa, su amiga del alma, cuya presencia menudea con una fuerza que nos impulsa a reconocerla como alguien a quien tratamos. O personas cercanas, de la familia. No suele Mateos hacer concesiones en lo que a los nombres respecta. El de Luisa, figurado o no, es una excepción. Como el de Zurbará, Erice, Dante o César Simón, un hecho algo más que simbólico. Ni nombres de muertos, ni de ciudades (a la suya, Jerez de la Frontera, le canta en la entrada del 16 de mayo del año pasado), ni de poetas, vivos o no, a los que se codea o se codeó. Como el Muñoz Rojas de Las Casería o el Pablo García Baena de Rumor oculto.
Tres membrillos protagonizan también no pocas de estas líneas. Frutos, objetos, libros... Pájaros, jardines, cielos, nubes, paisajes...
Y la lectura, consustancial a Mateos. Leer y escribir como tareas imprescindibles, ya se ve. No sin precisar que "Todo lo que escribimos lo escribimos desde muy lejos. Desde muy lejos de lo que escribimos". O: "Escribo de aquello que, si no se escribe, desaparece. Escribo de aquello que desaparece cuando lo escribo". O: "Escribo a partir de una oscuridad, no de un conocimiento". A la poesía, ya dije, y a qué es ser poeta ("15/9/2014") dedica algunos párrafos dignos de ser leídos con la misma calma que exige,en conjunto, esta obra híbrida y fronteriza, 
Y está presente el amor, "el nombre verdadero de la belleza": "Y sin embargo, lo que nombra existe".
Y los paseos, hasta la Cartuja, en las afueras de su ciudad sureña: "Mi pasión, mi vicio, es pasear. Pasear y contemplarlo todo..." O por la playa, en la revisitada casa de Trafalgar.
Aunque la muerte (a la que "repugna la grandilocuencia")" y los muertos estén en el punto de mira del hombre solitario y reflexivo que Mateos es, prima en el libro el goce de vivir, todo y cada día, la celebración de la vida en su complejidad y su, ya aludida, belleza, donde "siempre estamos en la eternidad".
La voz que habla en Un año en la otra vida no es en absoluto distinta de la que escuchamos al leer sus libros de poemas. Ni su tono: frágil, susurrante, sereno, silencioso, proclive al misterio y al asombro, que está en el origen de la filosofía y, cómo no, de la poesía. Detrás, habita una verdad. La suya, pequeña o grande. Como este libro, "algo frágil, delicado, finísimo". 
Quizá sea esta frase suya, a propósito de otros, la que mejor defina la intención de este excepcional dietario, escrito "sin ese cálculo de lo oportuno que lastra la verdad de tantos escritores".