Bravo fue hasta su jubilación, conviene recordarlo, profesor de Historia de la lengua inglesa y literatura del inglés antiguo y medio en la Universidad de Oviedo, presidió la Spanish Society for Medieval English Language y ha traducido la épica anglosajona (del Beowulf a los lays), además de dirigir la revista de lengua y literatura medieval SELIM. Por eso, ha viajado por medio mundo de congreso en congreso y de campus en campus. Esa ocupación académica le mantuvo alejado de la publicación de otro tipo de libros que no fueran los de su especialidad, de ahí que haya dado en poeta sólo a una edad en la que cualquiera anda cerrando, si no la ha clausurado ya, su obra. A ese mundo dedica esta nueva entrega que divide en varias partes. Al campus como territorio, a los maestros, a Vetusta y otros "pretéritos imperfectos", a su "atlas" y a la airada actualidad sociopolítica van dirigidos sus poemas que, en general, tienen la impronta del autor de los versos del epígrafe inicial: Borges.
El prólogo, "Poesía y verdad", es de un antiguo compañero de facultad, José Luis García Martín, otro extremeño en Asturias, otro poeta-profesor. Como casi siempre, Martín acierta en el retrato de Bravo y, más allá, en su análisis de la poesía en cuestión y de estos versos en particular. Alude al desprestigio de la condición de poeta, en tanto que creador, entre la clase docente universitaria; a que no estamos ante un poeta tardío, sino enfrente de uno que fue guardando poemas en un cajón; a sus libros anteriores; a las veces que cruzó sus pasos por los pasillos con el "sabio y cordial profesor de inglés"; a su preferencia por la mencionada sección "Atlas" y por los poemas que "cantan a las bibliotecas". JLGM escribe: "La novela de campus tiene una cierta tradición, especialmente en la literatura anglosajona, pero no así la poesía que solo muy esporádicamente ha tratado este género, aunque hoy la mayoría de los poetas de renombre han estudiado, (y muchos son profesores), en las aulas universitarias"
En lo que a este lector respecta, aun coincidiendo en lo fundamental con Martín en la elección de los poemas (sobre todo los ingleses y americanos de la serie "Atlas"), destacaría también el primero (en prosa), Gaudeamus igitur", que sitúa a la perfección la escena, y algunos sobre su tarea -que fue y es también su amor- por la lengua remota de la que es especialista. En poemas como "Las metáforas de una lengua bárbara", "El mar que recité" (este precioso poema empieza: "El mar que recité a los jóvenes / estudiantes, no fue aquel mar azul / del Ulises de Homero o de su Ilíada, / ni aquel de los hexámetros perfectos de Virgilio / o el que Cavafis dibujó en sus versos / con islas de blancuras y de olivos. / Fue aquel mar de olas grises, de montañas / de espuma de las sagas nórdicas, / aquel camino de ballenas, / aquel lago profundo de los géatas / que su rey Beowulf atravesó nadando / entre líquidos monstruos.") y "Es mi segunda lengua". Borges está muy presente, sí, pero también encuentra uno ecos (de ecos) de poetas más recientes, como Luis Alberto de Cuenca, otro filólogo-poeta.
Me han gustado también mucho poemas personales, del todo autobiográficos (tal el libro al completo), como "Escalera de mármol", "Mi despacho", "Mereció la pena?", "La cruzada de un profesor", "Releyendo a Antonio Machado", "Mi elegía" o "Vivo entre dos mares" (como tantos gijoneses, la ciudad donde vive, Bravo pasa largas temporadas en Benidorm).
Tienen mucha gracia sus ajustes de cuentas con el tiempo pasado y con sus años de profesión, pero, sobre todo, contra sus "conmilitones", como él los llama, esos compañeros junto a los que trabajó o con los que tuvo trato. Sus palabras son a veces muy duras. Y me da que muy justas. Menuda tropa.
Es una suerte que este hombre nos haya dado al fin la oportunidad de leer esos versos secretos durante tantas décadas. Seguro que vienen más. Quedamos a la espera.
El prólogo, "Poesía y verdad", es de un antiguo compañero de facultad, José Luis García Martín, otro extremeño en Asturias, otro poeta-profesor. Como casi siempre, Martín acierta en el retrato de Bravo y, más allá, en su análisis de la poesía en cuestión y de estos versos en particular. Alude al desprestigio de la condición de poeta, en tanto que creador, entre la clase docente universitaria; a que no estamos ante un poeta tardío, sino enfrente de uno que fue guardando poemas en un cajón; a sus libros anteriores; a las veces que cruzó sus pasos por los pasillos con el "sabio y cordial profesor de inglés"; a su preferencia por la mencionada sección "Atlas" y por los poemas que "cantan a las bibliotecas". JLGM escribe: "La novela de campus tiene una cierta tradición, especialmente en la literatura anglosajona, pero no así la poesía que solo muy esporádicamente ha tratado este género, aunque hoy la mayoría de los poetas de renombre han estudiado, (y muchos son profesores), en las aulas universitarias"
En lo que a este lector respecta, aun coincidiendo en lo fundamental con Martín en la elección de los poemas (sobre todo los ingleses y americanos de la serie "Atlas"), destacaría también el primero (en prosa), Gaudeamus igitur", que sitúa a la perfección la escena, y algunos sobre su tarea -que fue y es también su amor- por la lengua remota de la que es especialista. En poemas como "Las metáforas de una lengua bárbara", "El mar que recité" (este precioso poema empieza: "El mar que recité a los jóvenes / estudiantes, no fue aquel mar azul / del Ulises de Homero o de su Ilíada, / ni aquel de los hexámetros perfectos de Virgilio / o el que Cavafis dibujó en sus versos / con islas de blancuras y de olivos. / Fue aquel mar de olas grises, de montañas / de espuma de las sagas nórdicas, / aquel camino de ballenas, / aquel lago profundo de los géatas / que su rey Beowulf atravesó nadando / entre líquidos monstruos.") y "Es mi segunda lengua". Borges está muy presente, sí, pero también encuentra uno ecos (de ecos) de poetas más recientes, como Luis Alberto de Cuenca, otro filólogo-poeta.
Me han gustado también mucho poemas personales, del todo autobiográficos (tal el libro al completo), como "Escalera de mármol", "Mi despacho", "Mereció la pena?", "La cruzada de un profesor", "Releyendo a Antonio Machado", "Mi elegía" o "Vivo entre dos mares" (como tantos gijoneses, la ciudad donde vive, Bravo pasa largas temporadas en Benidorm).
Tienen mucha gracia sus ajustes de cuentas con el tiempo pasado y con sus años de profesión, pero, sobre todo, contra sus "conmilitones", como él los llama, esos compañeros junto a los que trabajó o con los que tuvo trato. Sus palabras son a veces muy duras. Y me da que muy justas. Menuda tropa.
Es una suerte que este hombre nos haya dado al fin la oportunidad de leer esos versos secretos durante tantas décadas. Seguro que vienen más. Quedamos a la espera.