Así se titula el último libro de poemas del canario de Tenerife (1971) Rafael-José Díaz, escrito entre 2005 y 2013, que publica Pre-Textos en su preciosa colección La Cruz del Sur. Su obra, ya extensa y reconocida, se reúne en La crepitación (La Garúa, 2012), poemas compuestos entre 1991 y 2006.
Uno empezó a leerlo cuando dirigía la revista Paradiso, en los primeros noventa y admira, sobre todo, sus versiones del poeta Philippe Jaccottet, de quien tradujo Aires para la colección Voces sin tiempo.
Con no suponer un cambio radical en su trayectoria, este nuevo libro me ha parecido distinto. Uno, al menos, lo ha leído con una cercanía que no advertí en lecturas anteriores. Más allá de lo autobiográfico (que aquí, o eso suponemos, es ley) y de las personales circunstancias, que no coinciden ni en lo geográfico ni en lo vital con las de quien lee, es fácil empatizar con el poeta cuando narra sucesos de su infancia en la isla natal, pongo por caso, o cuando describe situaciones vividas en una isla cercana, como en los poemas dedicados a Lanzarote.
Nel mezzo del camin, el libro tiene algo de balance; de puesta a punto, digamos; de compendio. Y, claro está, esa perspectiva de pasado se vincula a una proyección hacia el futuro.
La suya no es una mirada compasiva. Hay mucho dolor aquí expresado. Mucha melancolía.
"Tahodio", el primer poema del libro, sitúa a la perfección la escena. Verano y niñez se conjugan como pocas cosas en la vida.
"Un sudario", el poema que le da título, es extenso, está dividido en fragmentos y se dirige a un tú cernudiano. Allí, paisajes despoblados, casas abandonadas, playas, arenas, afueras...
"A la hora del sueño" es uno de los poemas más inquietantes del conjunto. Medular para comprender de manera cabal lo de que instrospección y de análisis tiene esta obra que remite de continuo a la memoria.
La expresión "en mitad de la vida" forma parte de los títulos de dos poemas, de ahí que citara antes el famoso verso de la Divina Comedia de Dante. No es casual.
Leemos: "¿Y después de la muerte / será todo como ahora, la herida inesperada / en la aridez de la vida", que, por cierto, me recuerda a Leopardi, el "arida vita" de su poema "Le ricordanze". Y ya que lo cito, cómo no señalar la constante presencia, tan leopardiana, de la noche y la luna en estos versos meditativos donde la soledad impera.
Especialmente interesantes me han parecido los poemas que se agrupan en la parte VI y VII del volumen: "Poema de los cuerpos en verano", "La hoja", "Niño en el mar", "Una imagen resuena", "¿Qué playa?", "Los tres búnkeres", "Con Al Berto, en un taxi, atravieso Lisboa", "La gruta"...
Una viñeta de Óscar Achuri ilustra la cubierta del libro. El dibujo de un hombre desnudo es la imagen perfecta de lo que estos poemas simbolizan. A modo de sudario.
Con no suponer un cambio radical en su trayectoria, este nuevo libro me ha parecido distinto. Uno, al menos, lo ha leído con una cercanía que no advertí en lecturas anteriores. Más allá de lo autobiográfico (que aquí, o eso suponemos, es ley) y de las personales circunstancias, que no coinciden ni en lo geográfico ni en lo vital con las de quien lee, es fácil empatizar con el poeta cuando narra sucesos de su infancia en la isla natal, pongo por caso, o cuando describe situaciones vividas en una isla cercana, como en los poemas dedicados a Lanzarote.
Nel mezzo del camin, el libro tiene algo de balance; de puesta a punto, digamos; de compendio. Y, claro está, esa perspectiva de pasado se vincula a una proyección hacia el futuro.
La suya no es una mirada compasiva. Hay mucho dolor aquí expresado. Mucha melancolía.
"Tahodio", el primer poema del libro, sitúa a la perfección la escena. Verano y niñez se conjugan como pocas cosas en la vida.
"Un sudario", el poema que le da título, es extenso, está dividido en fragmentos y se dirige a un tú cernudiano. Allí, paisajes despoblados, casas abandonadas, playas, arenas, afueras...
"A la hora del sueño" es uno de los poemas más inquietantes del conjunto. Medular para comprender de manera cabal lo de que instrospección y de análisis tiene esta obra que remite de continuo a la memoria.
La expresión "en mitad de la vida" forma parte de los títulos de dos poemas, de ahí que citara antes el famoso verso de la Divina Comedia de Dante. No es casual.
Leemos: "¿Y después de la muerte / será todo como ahora, la herida inesperada / en la aridez de la vida", que, por cierto, me recuerda a Leopardi, el "arida vita" de su poema "Le ricordanze". Y ya que lo cito, cómo no señalar la constante presencia, tan leopardiana, de la noche y la luna en estos versos meditativos donde la soledad impera.
Especialmente interesantes me han parecido los poemas que se agrupan en la parte VI y VII del volumen: "Poema de los cuerpos en verano", "La hoja", "Niño en el mar", "Una imagen resuena", "¿Qué playa?", "Los tres búnkeres", "Con Al Berto, en un taxi, atravieso Lisboa", "La gruta"...
Una viñeta de Óscar Achuri ilustra la cubierta del libro. El dibujo de un hombre desnudo es la imagen perfecta de lo que estos poemas simbolizan. A modo de sudario.