EFE |
Ruiz Mantilla se hace eco en una crónica para El País enviada desde el VII Congreso Internacional de la Lengua Española de unas provocadoras reflexiones sobre "los dos molinos" a los que, según Eduardo Mendoza, todo escritor ha de enfrentarse en una reunión de esas características: "El de la necesidad de fomentar la lectura entre los jóvenes y el de impartir talleres".
"Al primero -dice el autor de La ciudad de los prodigios- siempre me niego por varias razones: primero porque es una actitud un poco mendicante. A mí me da lo mismo que la gente lea o no lea y si no lo han hecho hasta ahora no van a empezar porque yo se lo recomiende. Además, la mayoría de libros que nos rodean no sirve para nada. Son una birria".
"El de los talleres. Este es un fenómeno reciente que cobra importancia capital en el terreno de la literatura"."Sustituye en muchos casos al libro mismo. Porque el tiempo que las personas que acuden emplean para leer, lo sustituyen en ese caso por escribir su propio libro". "Producen -añade- un efecto perjudicial, equivocado". Y cuenta: "Propuse en un taller que los alumnos me escribieran una composición libre, pero en endecasílabos. Tuve que salir escoltado por la policía. A mi juicio, perdieron una experiencia única". "Yo no he escrito jamás poesía, pero la he traducido. El ejercicio complicado de enfrentarte a versos endecasílabos o alejandrinos, una vez lo vences, se convierte en una tarea mecánica y puedes acabar en el supermercado haciendo la compra en ese registro".
Nada mejor para complementar esta crónica que otra, ésta hilarante, de Fernando Aramburu, también en tierras americanas, en la que relata, entre otras historias, la divertida sesión mendocina.
Nada mejor para complementar esta crónica que otra, ésta hilarante, de Fernando Aramburu, también en tierras americanas, en la que relata, entre otras historias, la divertida sesión mendocina.