29.3.16

Poesía reunida (1967-1987)
Aníbal Núñez 
Calambur, Madrid, 2015. 722 páginas. 30 €

Se habla con frecuencia de la voz propia que caracteriza y distingue a un poeta y del mundo único que ha sido capaz de fundar; sin embargo, en pocas ocasiones tenemos la oportunidad de comprobarlo de una forma tan radical y fehaciente como al leer la poesía de Aníbal Núñez (1944-1987). Con prólogo de Gustavo Martín Garzo y en edición e introducción de Vicente Vives (responsable de La luz en las palabras, antología del salmantino en Cátedra), se publican sus poemas reunidos, de manera, tal vez, definitiva. Lo digo porque se mejora la de por sí excelente Obra poética que publicó en dos volúmenes Hiperión en 1995; hasta ahora, referente canónico. De la vida dañada de Núñez, más que un maldito, se ocupó uno de sus editores, Fernando R. de la Flor. La suya fue la existencia fronteriza de un “insumiso” (“Perdonad, ante todo, mi posición al margen”), “en la intemperie social y literaria” (Vives dixit). En contra de lo que sus coetáneos novísimos defendían; no obstante, pocos versos han soportado el paso del tiempo con la entereza de estos, tan vigentes.
Doce libros en veinte años es el legado. “Dispuesto y pensado” por el poeta, si bien fueron saliendo, cuando él vivía o ya póstumos, sin respetar la cronología con la que fueron compuestos. Conviene señalar una fecha: 1974, annus mirabilis en que escribió cuatro. Tampoco sus respectivos editores siguieron siempre esas indicaciones, por eso es fundamental esta edición que corrige algunos descuidos. A los libros propiamente dichos, cada uno con una aclaratoria nota editorial al frente, se añaden un poema largo y tres plaquettes, amén de una colección de poemas sueltos, escritos entre 1961 y 1986, encontrados en cartapacios y carpetas, que cierra el volumen. Así, y en este orden, Poesía reunida agrupa 29 Poemas (catorce suyos, el resto de Ángel Sánchez), Fábulas domésticas (que apareció en Ocnos), Naturaleza no recuperable (Luis Javier Moreno alude en el prólogo a que “había evitado las generalizaciones solemnes, centrándose en lo doméstico inmediato”), Estampas de ultramar, Definición de savia, Casa sin terminar, Figura en un paisaje, Taller del hechicero (donde se demuestra su condición de adelantado), Alzado de la ruina (para uno, su mejor libro), Cuarzo (otra obra maestra), Trino en estanque, Memoria de la casa sin mención al tesoro y a su leyenda antigua, Gormaz a sangre y fuego (con dibujos de Núñez, pintor además de poeta), Clave de los tres reinos (que le reportó el único premio literario de su vida, el extremeño Constitución), Primavera soluble y Cristal de Lorena.
De la lectura de Núñez se deduce que su poesía es compleja (no complicada) y que su tono, presente desde su primera entrega, tiene mucho que ver con el lenguaje y, más en concreto, con la sintaxis, tan singular como todo lo suyo. Sánchez Santiago se ha referido a “otro idioma”: “Aquella música que nunca / acepta su armonía es armonía”. Una poesía fragmentaria que no desdeña la ironía ni el desengaño; que, paradójicamente (“no hay nada que decir”), se repliega y hermetiza. Una poesía, en fin, que no sabemos muy bien de dónde viene, aunque continúe una tradición culta, y que no admite discípulos, salvo a distancia.
La mirada y el paisaje de sus versos le hacen también distinto y le separan, de nuevo, de su generación. Sus ruinas no son ni exóticas ni suntuosas, sino las de la “aridez carpetovetónica” de pueblos deshabitados y casas abandonadas en la periferia de su ciudad natal donde la naturaleza aún prevalece. Con todo, no fue un poeta agropecuario y basta con viajar por su cosmopolita Estampas para verificarlo.
Anoto un error y una ausencia: Casa sin terminar se publicó en La Centena, colección dirigida por Antonio Gómez y no por una figura capital en la defensa y promoción de esta obra: Ángel Campos Pámpano. Falta en la bibliografía la preciosa edición de Alzado de la ruina que publicó Delirio en 2014.
Valente definió a Aníbal Núñez como “frágil y duro, como el cuarzo, entre tantos supervivientes fraudulentos”. Los que tengan la fortuna, como dice Vives, de leer por primera vez su poesía lo podrán constatar. Sus lectores, confirmarlo.

Nota. Como aquí no hay problemas de espacio, publicó la versión íntegra de mi reseña sobre la Poesía reunida de Aníbal Núñez que apareció el pasado Viernes Santo (qué fecha tan adecuada) en El Cultural, un poco más breve debido a unos ajustes de última hora.