Que Javier Sánchez Menéndez (Puerto Real, 1964) vive por y para la poesía no es una mera frase hecha. Lo demuestra el contenido de estos dos libros que paso a comentar y los que ya ha publicado anteriormente. No parece que haya otra cosa en el mundo que le importe más. Tal vez porque para él la poesía es inseparable de la vida y lo mismo, en consecuencia, que la familia con la que vive o el campo donde lee, pasea y contempla.
Del proyecto Fábula, que reunirá en total diez libros, ya se han publicado cinco: La vida alrededor (2010), Teoría de las inclinaciones (2012), Libre de la tormenta (2013), Mediodía en Kensington Park (2015) y, ahora, Confuso laberinto (Renacimiento, 2015). Estamos ante un híbrido que mezcla con absoluta libertad el relato, la poesía, el ensayo, el aforismo, el diario, las memorias... Ante un personalísimo ejercicio literario que disuelve los géneros para ir a lo que importa, en este caso, la reflexión sobre la vida y la poesía, tanto monta y monta tanto, en una encrucijada que no parece sino una de tantas en las que se ha tenido que ver JSM, tan inquieto editor como persona. Una reflexión, cabe añadir, apasionada, propia del animal poético que este hombre es. Cuanto hace o piensa, se dice uno, está traspasado por esa pasión irrefrenable. Este libro laberíntico, un conjunto de prosas con título, es buena prueba de ello. Escrito entre Moguer y México D. F. entre 1983 y 2000, es parte sustancial de ese magno proyecto a que aludía y que titula Fábula, compuesto, según Martín López-Vega, "a modo de manual de contemplación", sin olvidar que "contemplar, en definitiva, es ver todo lo que no se ve". "He aprendido a observar aquello que no se puede ver", escribe JSM.
Gusta el autor de las frases rotundas, certeras casi siempre, que suelen dar, ya se dijo, en aforismos, pensamientos o sentencias, Pecios, diría el otro. "La fe mueve derrotas", por ejemplo.
Habla mucho de "desvíos" y "matices". "Sólo se atrapa lo efímero", comenta. Y: "viajamos por el confuso laberinto del espacio". O: "Todos los seres humanos tenemos un confuso laberinto". "Vivir es falsedad" condensa otro de sus asuntos recurrentes. La verdad y la mentira como ejes de la vida.
Aparece la figura del doble y no pocos personajes literarios. Reincide en Leopardi, Parra, Rosales, Claudio Rodríguez, JRJ, la Zambrano...
Muchas cábalas se sitúan en torno al hecho poético o literario. Así, cuando afirma que "sin tiempo no hay poesía", que "los libros no se leen, se desmenuzan". Tal vez porque "en la poesía encuentro el universo entero y todo el proceso de la creación" y que "el poeta es hecho". Al fin y al cabo, asegura, "vivimos para ser, pero somos para vivir".
"Leer, siempre leer", podría servir de lema al imaginario escudo de su casa. En "Retilencias" aporta unos consejos muy aprovechables, sobre todo para los jóvenes, que no deberían perderse estas turbulentas anotaciones: "No escribas con el corazón". "Ni rías ni llores, lee y escribe". Sí, "somos espectadores de la verdad". Y remata: "La poesía es un confuso laberinto".
Del proyecto Fábula, que reunirá en total diez libros, ya se han publicado cinco: La vida alrededor (2010), Teoría de las inclinaciones (2012), Libre de la tormenta (2013), Mediodía en Kensington Park (2015) y, ahora, Confuso laberinto (Renacimiento, 2015). Estamos ante un híbrido que mezcla con absoluta libertad el relato, la poesía, el ensayo, el aforismo, el diario, las memorias... Ante un personalísimo ejercicio literario que disuelve los géneros para ir a lo que importa, en este caso, la reflexión sobre la vida y la poesía, tanto monta y monta tanto, en una encrucijada que no parece sino una de tantas en las que se ha tenido que ver JSM, tan inquieto editor como persona. Una reflexión, cabe añadir, apasionada, propia del animal poético que este hombre es. Cuanto hace o piensa, se dice uno, está traspasado por esa pasión irrefrenable. Este libro laberíntico, un conjunto de prosas con título, es buena prueba de ello. Escrito entre Moguer y México D. F. entre 1983 y 2000, es parte sustancial de ese magno proyecto a que aludía y que titula Fábula, compuesto, según Martín López-Vega, "a modo de manual de contemplación", sin olvidar que "contemplar, en definitiva, es ver todo lo que no se ve". "He aprendido a observar aquello que no se puede ver", escribe JSM.
Gusta el autor de las frases rotundas, certeras casi siempre, que suelen dar, ya se dijo, en aforismos, pensamientos o sentencias, Pecios, diría el otro. "La fe mueve derrotas", por ejemplo.
Habla mucho de "desvíos" y "matices". "Sólo se atrapa lo efímero", comenta. Y: "viajamos por el confuso laberinto del espacio". O: "Todos los seres humanos tenemos un confuso laberinto". "Vivir es falsedad" condensa otro de sus asuntos recurrentes. La verdad y la mentira como ejes de la vida.
Aparece la figura del doble y no pocos personajes literarios. Reincide en Leopardi, Parra, Rosales, Claudio Rodríguez, JRJ, la Zambrano...
Muchas cábalas se sitúan en torno al hecho poético o literario. Así, cuando afirma que "sin tiempo no hay poesía", que "los libros no se leen, se desmenuzan". Tal vez porque "en la poesía encuentro el universo entero y todo el proceso de la creación" y que "el poeta es hecho". Al fin y al cabo, asegura, "vivimos para ser, pero somos para vivir".
"Leer, siempre leer", podría servir de lema al imaginario escudo de su casa. En "Retilencias" aporta unos consejos muy aprovechables, sobre todo para los jóvenes, que no deberían perderse estas turbulentas anotaciones: "No escribas con el corazón". "Ni rías ni llores, lee y escribe". Sí, "somos espectadores de la verdad". Y remata: "La poesía es un confuso laberinto".