Turia viene cargada, como siempre, de contenidos la mar de interesantes. Así, los poemas de Simic, de su libro El lunático (próximamente en Vaso Roto), que traduce Jordi Doce. Y más versos de, entre otros, Rafael Cadenas, Chantal Maillard, Cobos Wilkins, Javier Vela, Ángel Guinda, Vicente Gallego, García-Maíquez, Alfredo Saldaña y Olga Bernad. El Cartapacio es en esta ocasión para el raro, digamos, José María Conget y hay artículos, por ejemplo, de Manuel Borrás (el primer párrafo es de una valentía inusual en nuestro panorama literario y denuncia que escritores así deban ser calificados como uno lo ha hecho), Mainer, Valls, Martínez de Pisón o Bonilla. No me he olvidado de leer -es lo primero que hago- los diarios de Maícas, quien esta vez dedica una parte de sus anotaciones a Remedios Varo (que algunos acaban de descubrir) y, más adelante, escribe: "Aquí sueño en convertirme en otro y, a veces, hasta lo logro. O: "El arte de vivir es un denso y conflictivo entramado de experiencias, ideas y ambiciones". Tampoco me he perdido la extensísima entrevista que Fernando del Val hace a Enrique Vila-Matas ("Soy el que se desconoce") ni el artículo "Difíciles identidades contemporáneas", de mi admirado paseante David Le Breton.
De Quimera destacaría la entrevista de Rafael Saravia y Víktor Gómez a Antonio Gamoneda, donde éste comenta: "Yo sé «lo que sé» cuando me lo dicen mis propias palabras ya escritas. Es así". También el dossier dedicado al poeta barcelonés José María Fonollosa, ese "enigma" que tiene más de "paradoja", como explica uno de sus mejores especialistas, José Ángel Cilleruelo, que abre el interesante informe. Incluye poemas inéditos y una carta de mayo de 1988 a Pere Gimferrer, que algunos imaginaron como el verdadero autor de esos poemas únicos.
Cuadernos Hispanoamericanos cambia de aspecto exterior y gana con ello en sobriedad y elegancia. De su último número señalo la honda entrevista de Carmen de Eusebio al escritor Juan Antonio Masoliver Ródenas y el artículo del prolífico Juan Bonilla sobre el concepto de pueblo en la obra del ácrata zamorano Agustín García Calvo. El de Jerez, lo confieso, no deja de sorprenderme.