16.5.16

Sombra de bonsái

De "prominencia" del género aforístico en nuestros días habla en su espléndido prólogo Marta Agudo, el que antecede a los aforismos de Azahara Alonso (Oviedo, 1988), reunidos en el libro Bajas presiones, que publica Trea, la ejemplar editorial asturiana donde ya apareció, por cierto, una de las antologías más seria y completas del género: Pensar por lo breve. Aforística española de entresiglos (1980-2012), de José Ramón González García.
Son 226 y, según creo, se adaptan al concepto más clásico y riguroso de esa forma breve y certera de pensar, lo que no quiere decir que sean rancios o antiguos, sino todo lo contrario. Siquiera sea, me explico, porque remite a sólidos y veraces autores de ese tipo de expresión; Pascal, por ejemplo.
Esta es, seguimos a Agudo, una escritura "lúcida e inteligente", con máximas de "carácter proteico", que da en un "libro fragmentario" y, por eso, complejo, de una "lectora no inocente y de formación filosófica". El fin del libro: "deletrear un mundo personal" donde algunos aforismos podrían denominarse poemas. En suma, "un decir inteligente" y "con clara voluntad literaria".
"Quién habla de victorias? Sobreponerse es todo" es la cita inicial, de Rilke. Y ese es el tono; por suerte, nada empinado o pedante. En "La receta más indigesta es la reducción al absurdo" ha encontrado uno la piedra angular, digamos, la clave de bóveda, de este libro necesario, el primero de su autora. Otros también me han llegado especialmente: "Nunca distingo entre un atormentado y un complaciente". "Todas las maletas arrastran vidas" (que no deja de ser un poema). "La memoria es el paraíso perdido". "Mi sitio preferido son los mapas". "La gramática es la metafísica de los pueblos". "Sciascia deja un gusto a alcaparras". "Escribir es traducir".
Me han gustado los que dedica a la lectura y a los libros. Y muchos más. Este, por ejemplo, es precioso: "Un aforismo da sombra de bonsái". Y el más contundente, el último: "No".
Si en una entrada anterior criticaba, con perdón, la avalancha aforística que se nos ha venido encima, reconozco de nuevo que libros así justifican de sobra ese copioso alud. Porque con él viene lo mediocre, sí, pero también lo excelso. La literatura, al cabo, gana. Y el arte de pensar, matizaría Neila.