13.6.16

Abierto al aire, desde el recuerdo

En 1985 apareció en la recién fundada Editora Regional de Extremadura, que por entonces dirigía el periodista Gregorio González Perlado, Abierto al aire. Llevaba por subtítulo: Antología consultada de poetas extremeños. 1971-1984 y ha cumplido, en consecuencia, treinta años. Quiero evocar esta noche aquí cómo se gestó y, al hacerlo, pretendo destacar la tarea de Ángel Campos, un hombre, sobre todo, inquieto, desde muy joven. En 1984 tenía veintisiete años.
Un día llamó a casa. Me dijo que Perlado le había propuesto publicar una antología, que sería una más de una serie donde se iba a recoger, por géneros, la realidad literaria de la recién nacida Autonomía. Añadió que había puesto como condición que la hiciéramos juntos. Y por eso llamaba. Uno vino a decirle que con él iría al fin del mundo, pues esa era la impresión de seguridad que me dio Ángel desde el principio, desde que nos conocimos en Zafra, donde acudimos a leer poemas, yo con Yolanda y él con un compañero de piso, fontanero por más señas, que en mis fantasías literarias juveniles, ofuscado por la influencia villeniana y novísima, confundí con un novio. La monda: Ángel con novio.
Nos pusimos pronto manos a la obra y empezamos a trazar planes, a sopesar presencias, a ratificar ausencias, a barajar títulos (que al final puso Ángel, procedente, cómo no, del portugués, de un verso no sé si de Andrade o de Ramos Rosa, y que sirvió, al cabo del tiempo, para nombrar un pub en San Vicente que sigue abierto, sí, pero que ahora se llama La Estación). Él dijo que consultada, aunque en rigor eso no significara para él, y para mí que lo asumí también, lo que debiera, esto es, que la lista de poetas incluidos saldría de una consulta a expertos en la materia, sino por aquello de que delante de los poemas de cada cual iría -fue- un pequeño cuestionario, siempre el mismo para todos que, por supuesto, cada cual respondió a su manera. Constaba de cuatro preguntas en torno a la poética de cada cual, a sus lecturas más significativas, a la visión de la poesía española reciente y a la unión de los conceptos “poesía” y “Extremadura”. Se trataba, sí, de dar cuenta de los poetas de la promoción anterior a la nuestra, la de los 80 o de la Democracia, “de mostrar de manera imparcial trece años de poesía”, se podía leer en el prólogo, pero pronto estuvimos de acuerdo en forzar ante el editor un apéndice donde se diera cabida a los incipientes poetas de la generación posterior a la de Pureza Canelo, Santiago Castelo, José Antonio Zambrano, José Luis García Martín, Felipe Núñez, José María Pagador Otero, Jaime Álvarez Buiza, José Antonio Ramírez Lozano, Vicente Sabido, Ángel Sánchez Pascual, José María Bermejo, Joaquín Calvo Flores y la precoz María Rosa Vicente, que eran los nominados. Además de Antonio Gómez, que aportó algunos poemas visuales.
Tuvimos a costa del añadido algunos problemas, en especial con algún poeta al que dejamos fuera por mutua decisión, algo que fue muy contestado por algunos compañeros suyos de facultad que antes intentaron convencernos, por decirlo de manera suave, para que reconsideráramos nuestro parecer. Vana tarea. 
Nos repartimos las llamadas telefónicas a fin de recabar la anuencia de los seleccionados, la redacción del prólogo (cada cual escribió sobre los poetas que consideraba más afines o de los que conocía su obra mejor) y en algunas ocasiones nos reunimos. Que uno recuerde, en el piso de Plasencia (siempre con música brasileña de fondo a cargo de Vinícius de Moraes y Maria Bethania, a petición de Pámpano), en el viejo hotel Extremadura de Cáceres (con motivo de un siniestro encuentro hispanoluso de poetas al que ambos acudimos), en su piso de Mérida (con vistas a las obras del Museo de Moneo, donde Yolanda nos inmortalizó en forma de fotografía, la misma donde la mirada de Santos Domínguez, como escribió en sus memorias, vio lo que no era. Poco más. De hecho la introducción de la antología concreta: “En Plasencia, San Vicente (un guiño cómplice a su querido pueblo, porque aquí nunca nos vimos), Cáceres y Mérida”.
El libro, ya dije, apareció en 1985 con ilustración en la cubierta de Isidro Álvarez y diseño de Julián Leal y despertó, según creo, cierto interés. Eso sí, coincidimos por aquellas fechas en Montánchez un grupo de jóvenes aspirantes a poeta junto a otros que ya lo eran y le entregué un ejemplar a Felipe Benítez que, aunque no lo recordará, me devolvió tal cual al día siguiente. Esos encuentros estaban organizados, entre otros, por Diego Doncel que se despachó a gusto contra la antología (y no sólo) en su artículo "Memoria de la poesía extremeña última" que publicó la revista vasca Zurgai unos años después. Es verdad que la nuestra, al menos en lo que respecta a la primera parte, la central, no era una antología de nuevos nombre y de apuesta (por eso forzamos ese añadido en forma de avance de lo por llegar), pero estuvo claro desde el principio.
Ahora, muchos años después, y termino, lo que acaso falta es una antología actual de la poesía escrita por extremeños o por poetas vinculados a esta tierra (pienso, por ejemplo, en dos antitéticos: Eduardo Moga y Andrés Trapiello -un nombre maldito, lo sé, en lo que respecta a la memoria de Ángel). Una breve introducción y poemas, sólo poemas. Daría mucho de sí, no me cabe duda. En esta tierra de la poesía, ya lo dijo María Zambrano, coexisten cuatro generaciones de poetas y en todas ellas hay nombres sobresalientes. Por lo demás, aquí cerca hay alguien que podría abordar con éxito esa aventura. Como puesta al día, insisto, estaría bien. Y como homenaje a aquélla, a la que superaría con creces, y a quien primero la concibió: nuestro querido e inolvidable Ángel Campos Pámpano. Seguimos.

P. D. Miguel Ángel Lama busca en su archivo y precisa: Abierto al aire, título tomado de un verso del Ciclo del caballo de António Ramos Rosa ("força de todo o corpo aberto ao ar").
Joana con Paula y Ángela, las hijas de Ángel.
Nota: Estas palabras fueron leídas en la entrega del Premio-Hispano Portugués de Poesía Joven 'Ángel Campos Pámpano' que tuvo lugar el pasado 10 de junio, Día de Portugal, en el Círculo Recreativo Sanvicenteño de San Vicente de Alcántara. Allí volví a encontrarme con sus amigos de la Asociación Cultural 'Vicente Rollano', con José Juan Cuño a la cabeza (y su hijo Israel, cámara en ristre); con Carmen y sus hijas: Paula (ahora, ay, en Lisboa) y Ángela Campos Fernández; con algunos miembros del jurado como el bondadoso Luis Arroyo (que leyó algunos poemas de La vida de otro modo y nos trajo dulces de su pueblo), Ruy Ventura (que sigue leyendo los poemas estupendamente, como en Yuste hace diez años), Luis Leal (al que conocí por fin), las filólogas Eva Romero y Ana Bejarano (organizadoras del acto, que representan el futuro y son memoria viva de su paisano) y Miguel Ángel Lama, profesor suyo, el eficiente secretario, que en un bello y breve discurso asoció la existencia del premio a la idea de amistad, la que Angelito concitaba en todos nosotros. Y sigue concitando tras su muerte. 
Acompañada de su profesora de español y de su familia, Joana Isabel Ventura Cortés, la ganadora, alumna del Instituto–Agrupamento de Escolas do Bonfim - Escola Secundária Mouzinho da Silveira, Portalegre (Portugal), recogió su premio: un cuadro de Javier Fernández de Molina (que, cómo no, también estaba allí), un diploma acreditativo, un ejemplar de la poesía completa de Ángel (detalle del editor) y 500 euros. Después dijo unas palabras y leyó su poema "Clepsidra". 
Tras la lecturas de versos de Ángel, Cernuda, Eugénio de Andrade o Pessoa por parte de algunos asistentes, nos fuimos a tomar algo a El Litri, como viene siendo tradicional. 
A la vuelta, y hasta Cáceres, seguí conversando con Miguel Ángel Lama, compañero de tantas aventuras y, en esta ocasión, también de viaje. 

Con los dulces que nos trajo Luis Arroyo de su pueblo.