No sabe uno muy bien a qué se debe que en un determinado momento coincidan en
el panorama literario distintas manifestaciones de lo mismo. Como si se hubiera
puesto el destino de acuerdo para propiciar la reiteración de tal o cual
fenómeno. Así, ahora, en España, por ejemplo, la publicación de antologías. Que
a uno le conste, hay cuatro en las mesas de novedades, suponiendo que la poesía
ocupe aún ese lugar en las librerías. Dos de poesía joven y otras dos de poesía
contemporánea. Empezaré por éstas.
El editor de la primera es el poeta Vicente
Luis Mora, uno de los más innovadores y cosmopolitas, teórico y crítico,
responsable del blog Diario de lecturas,
y se titula La cuarta persona del plural.
Antología de poesía española contemporánea (1978-2015). La publica la
hispanomexicana Vaso Roto. De la segunda, publicada por Fondo de Cultura
Económica (otra casa mexicana), el responsable es el también poeta, viajero y
traductor Jesús Aguado y lleva por título Fugitivos.
Antología de la poesía española contemporánea. Las dos incorporan a poetas
nacidos después de 1960.
En lo referente a las florestas juveniles, una
es Re-generación. Antología de poesía
española (2000-2015), del poeta y crítico José Luis Morante y ha aparecido
en el sello granadino Valparaíso. La otra, Nacer en otro tiempo. Antología de la joven poesía española, publicada por el sevillano Renacimiento, y los editores son el poeta y profesor Antonio Rivero Machina y el poeta y estudiante Miguel Floriano.
Resulta curioso que de las cuatro sean
responsables poetas, que, aunque pudieran, no se incluyen en sus respectivos
florilegios, si bien Aguado antologa a Mora y viceversa. Son inevitables
también las coincidencias en lo que a los nombres respecta. Y ya que lo menciono,
las dudas sobre los que son, no son y están y de los que siendo no figuran. El
gusto, en todo caso, es facultad de los antólogos. Al lector le queda asentir o
lo contrario, pero sólo eso.
De la última antología citada soy el
prologuista. Me lo propusieron y acepté. No es que uno esté al día ni conozca
al detalle, ni de lejos, la poesía que escriben los jóvenes, pero desde que
ejerzo, siquiera a ratos, de crítico o desde que, como diría Brines, soy un
lector que elige, alguna opinión tengo al respecto. Me llegan muchos libros de
autores primerizos, en más de un sentido, de ahí que me animara a poner unas
palabras delante de lo único que importa en ese tipo de obras: los versos de
los participantes, de los poetas reunidos. Recuerdo en ese breve delantal el
grito del académico Víctor García de la Concha a propósito de una polémica
lírica de los años ochenta del siglo pasado: "¡Denme libros!" Pues
eso.
Por lo demás, siempre he sido lector de
antologías (tanto de las de grupo como de las de autor), se me incluyó en
algunas y en una ocasión, junto a mi amigo Ángel Campos Pámpano, fui incluso
antólogo.
Son prácticas porque nos ayudan a desbrozar, de
entre el espeso bosque de libros de poesía que nos rodea, los árboles que
merecen ser contemplados. O los brotes, si de los que empiezan hablamos.
NOTA: Este artículo ha aparecido publicado en la revista griega Frear, en su número 15.
NOTA: Este artículo ha aparecido publicado en la revista griega Frear, en su número 15.