HOY/Armando Méndez |
Creada con nobles objetivos (es la única de su clase a la que el emérito rey Juan Carlos distinguió con el título de Real) y mimada en lo político tanto por los hunos como por los hotros, cuenta entre sus miembros con personas dignísimas a las que uno, faltaría más, respeta y, en algún caso, hasta admira. Hombres, la mayoría, y alguna mujer, cosa rara hasta ahora, como ha ocurrido en todas y cada una de las instituciones de este país. Personas como las señaladas con nombres y apellidos en la entrada que dediqué en este blog a la toma de posesión como realacadémica de una de esas mujeres a las que acabo de aludir: Pureza Canelo. Ésas y más. Nombres que prestigian, cómo no, a esta docta casa que dirigió con sabia mano durante muchos años nuestro añorado Santiago Castelo. No faltan, como en todas partes, personajes cuya escasa altura de miras en lo artístico o en lo literario dio, da y dará para poco o casi nada en materia de arte y de literatura. Por sus obras... En este sentido, daría para mucho el capítulo de las ausencias (de vivos y de otros que murieron) y de las presencias, pero este no es el lugar ni el momento para tan enojosa disquisición. Sí, llama la atención, pongo por caso, que Félix Grande (nacido de milagro en Mérida) llegara a la Academia poco menos que en in articulo mortis. O que haya tenido que esperar tanto para hacerlo la autora de Oeste. Su ingreso marca, sin duda, un antes y un después y uno intuye que, más pronto que tarde, hay cosas que van a cambiar. De hecho ya han cambiado. Por eso la llegada de José Luis Bernal Salgado (Cáceres, 1959), que viene a ocupar, precisamente, la vacante del autor de Blanco spirituals, es tan significativa. Se unen en él dos valiosas condiciones: la de profesor universitario (discípulo dilecto de Juan Manuel Rozas y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura) y la de poeta. En lo que respecta a la primera, tiene, además, la categoría de acreditado investigador. De la obra de algunos vates del 27, por ejemplo, como Gerardo Diego, del que acaso sea el máximo especialista y del que acaba de publicar La poesía de Gerardo Diego: un estudio bibliográfico (libro del que daremos cuenta muy pronto aquí). Con un ensayo sobre el dieguino Manual de espumas había conseguido en 2007 el prestigioso 'Premio Internacional Gerardo Diego de Investigación Poética'. De Luis Cernuda antologó poemas para la colección Adonais.
En lo referente a la segunda, su poesía, que ha vivido en los márgenes por culpa de la primera y absorbente dedicación, siempre le ha parecido a uno digna de elogio; algo que justifica de sobra su último libro: Tratado de ignorancia. Más si tenemos en cuenta el elevado nivel que ha alcanzado la lírica escrita por extremeños en el periodo de entresiglos (del que no da fe el batiburrillo que contiene el apartado "Creación" de la web académica).
Quiero, en fin, añadir una virtud más: Bernal es una excelente persona (educado, y se nota, en la ética franciscana) y, no me duelen prendas decirlo, uno de los amigos más leales que he tenido desde hace más de treinta años, cuando nos conocimos.
Quiero, en fin, añadir una virtud más: Bernal es una excelente persona (educado, y se nota, en la ética franciscana) y, no me duelen prendas decirlo, uno de los amigos más leales que he tenido desde hace más de treinta años, cuando nos conocimos.
El crédito de instituciones ilustradas como la Real Academia de Extremadura viene dado por la suma de prestigios de quienes la componen; derivado de los cuadros que han pintado, la música que han compuesto, las investigaciones que han llevado a cabo o los libros que han escrito. Ni más ni menos. Por eso me alegra tanto la excelente designación de José Luis Bernal Salgado. La Extremeña gana. Como diría Castelo, que imaginó este momento: ¡espléndido!