18.9.16

La poesía de Antonio Lucas

En Fuera de sitio reúne Antonio Lucas (Madrid, 1973), periodista cultural del diario El Mundo, la poesía escrita y publicada entre 1995 y 2015. Veinte años y cinco libros en un volumen de Visor. El prólogo es de otro poeta, de la generación anterior a la suya, Felipe Benítez Reyes, con una poética, a mi modo de ver, muy distinta a la de Lucas. Eso no obsta para que, como acreditado lector, acierte en el análisis. En este párrafo se resume bien lo que el poeta de Rota viene a decir allí: “La madurez de Antonio Lucas nos ha traído un poeta seguro de sí, pero arriesgado. Un poeta que domina con maestría los recursos que lo caracterizan desde sus inicios, pero que a la vez no se conforma con ese dominio y asume, como un deber estético, no sólo la búsqueda sino también la osadía. En cualquier poema suyo hay un rasgo de gran audacia, una resolución estilística que desconcierta y deslumbra. Su imaginación verbal le pide un vuelo alto y continuo, y él se lo concede”. ¿Y antes de la "madurez"? Casi lo mismo. Basta con leer Antes del mundo (1996), su ópera prima, accésit del premio Adonais, con su arriesgada tipografía centrada; con su avalancha de palabras e imágenes procedentes de sus amados poetas franceses (Rimbaud, Baudelaire, Mallarmé, Nerval, Breton, Perse, Bonnefoy...) y otros españoles, también de cabecera, como Juan Ramón Jiménez, Salinas o Lorca (el de Poeta en Nueva York), y en español, como Neruda, señalado por Benítez Reyes; con la fijación de lugares simbólicos como Lisboa y su Barrio del Chiado. 
En Lucernario (1999, Premio Ojo Crítico), Lucas se atempera un poco. Siquiera en apariencia. En lo formal, digamos. No cesa, sin embargo, la pasión lingüística, el desbordante uso de las palabras, sujetas a una imaginación sorprendente; ni las referencias a sus maestros (de estirpe surrealista y nerudiana). Llegan otros, como Aragon o Whitman, que tampoco podía faltar en esta poesía celebratoria y jovial. Ni falta el cosmopolitismo (Londres, París, Venecia). Ni la música (en su poesía completa encontramos a Leonard Cohen, Chet Baker, Billie Holiday, Lou Reed...). Ni los poemas largos, como "Amor y muerte (Elegía)" o "Azohía". Aquí, como en todos sus versos, la vitalidad, sí, y el exceso. 
En Las máscaras (2004) cita a Pessoa y a Dostoievski. "Viajo lentamente hacia el invierno de mí mismo", leemos al comienzo de "Tiempo de fondo", un poema central en su obra. "Himno" nos trae a otros poetas de su línea: los románticos. A Hölderlin, Novalis, Keats... Y al visionario Blake. O a otros raros, como Trakl o Michaux. Si nombro a tanto poeta no es por subrayar su condición de lector onmívoro o una veta o sesgo culturalista (los Novísimos estén aquí muy presentes: Gimferrer, Villena, el primer Carnero...), sino para indicar por dónde transcurre su poética y qué puede encontrar en estas páginas quien no haya leído aún a Lucas. Dime a quien lees... Y por seguir, siempre Rimbaud y, entre los nuestros, Caballero Bonald, el último, el más transgresor. No quita que además se mencione a Eliot. El de La tierra baldía, of course. Por lo demás, ¿cómo hacer alusión a los poemas? Tan enigmáticos, tan particulares. Ajenos a lo narrativo y, por tanto, a esa tendencia tan mayoritaria como anglosajona de la poesía española de las últimas generaciones. 
Con Los mundos contrarios (2009) ganó el Ciudad de Melilla y desembarcó en Visor. El barroco y Góngora, otro que tal. Los poemas en prosa. Lautréamont y Pound. Y César Vallejo, otro puntal de esta manera de decir. Allí, los encuentros imaginarios de Keats y Reed, de Lorca y Ashbery. Y la pintura, otra pasión confesa de este crítico de arte y entrevistador de pintores y escultores. Velázquez, Schiele...
Tuve ocasión de reseñar Los desengaños (2014), premio Loewe, para ABC Cultural y luego publiqué aquí la reseña. Un preciso paso adelante que lo ha afianzado como poeta fundamental del panorama.
Tres poemas inéditos, en perfecta línea de continuidad con lo anterior, nuevas variaciones en torno a una poética a la que Lucas se ha mantenido fiel, cierran este volumen. Entre ellos el emotivo "Hospital".
Benítez Reyes afirma en el mencionado prólogo: "Esta es, en suma, la historia escrita, pensada y sentida, de un poeta que sabe decir lo que quiere decir como nadie lo ha dicho, y de ahí su grandeza, y de ahí su poderosa exclusividad". No se puede decir mejor.

FUERA DE SITIO

Imagina que el tiempo sólo es lo que amas:
unas pocas palabras, unos seres exactos,
unas horas muy lisas, una playa (quizá)
donde el daño no acecha.

Imagina la vida como no lo es ahora,
no quiero decir como algo perfecto,
sino un resplandor, cierto abril de muy lejos,
un tributo al azar sin otro destino
que el confín fugitivo de un eco sin rostro.
Y después cualquier cosa.

Con qué precisión va la edad hilvanando el espino.
Y qué extraña la urgencia de ir en pie hasta la ola,
celebrar lentamente que aniquile mi huella,
mi escritura de hombre, mi certeza de surco,
ser la alta misión de lo que nunca concluye
como no cierra el mar su recado en la orilla.

Pero no es estar quieto la razón ni la meta,
sino un querer más pequeño, una conquista más clara:
ver la vida llegar de su noche a tu noche
en un cuerpo ajeno,
pronunciar su silencio,
abrazar su alambrada,
desear su vacío,
delirar sin camino, sin mapa, sin fuego,
hasta el tiempo sin tiempo
del país que no haremos.