31.12.16

De Badajoz

Además de Fiscal Superior de Andalucía y poeta, Jesús García Calderón (Badajoz, 1959), que pertenece a diversas academias (no a la Extremeña) y corporaciones, es un estudioso de la defensa de los bienes culturales y arqueológicos (los submarinos incluidos). De esa muy humana pasión por el Patrimonio debió surgir, siquiera en parte, la idea de dedicar una tetralogía a las ciudades en las que ha vivido: Badajoz, Sevilla, Lugo y Granada. Consagró la primera entrega, El mal de la muralla, a la melancólica capital gallega y, ahora, también en la ruteña Ánfora Nova, la segunda a su ciudad natal. Su título: Una ciudad traicionada. La ciudad de Badajoz como temperamento.
El libro se abre con una carta del poeta Antonio Carvajal, amigo del autor, donde éste le confiesa que "no estoy en condiciones de redactar un prólogo ni un epílogo para esta tu nueva obra", lo que a la postre resulta, paradójicamente, una perfecta introducción al libro. Allí cuenta que en los años sesenta del siglo pasado vivió en Badajoz "de oídas" gracias a los relatos sobre aquel remoto lugar fronterizo de su íntimo amigo Carlos Villareal, natural de Badajoz, y de su madre, doña Juana Valero, exiliada, digamos, en Granada. "Al fondo, el cuadro de Pedraja". Y alude a la "música del habla" y a la "bonhomía" y de ciudades "con más prestigio cultural pero menos verdad". Al leer esas pocas palabras también verdaderas no he podido por menos que evocar un día agobiante de mediados de mayo en el que compartí en Badajoz mesa y mantel con García Calderón y Carvajal, en un mesón de la Plaza de Santo Domingo de Guzmán. De eso hace diez años y ETA, que había asesinado a su antecesor en la Fiscalía, todavía mataba. 
¿Por qué traicionada?, se preguntará el lector. Pues porque en la segunda mitad del siglo XX, "favorecida por el estallido de la guerra civil y la posguerra" y, añade uno, del franquismo, su patrimonio cultural fue prácticamente demolido, en especial su recinto amurallado. Porque, como dijo Hemingway, y cita JGC, no se debe escribir sobre un lugar "hasta que no estés lejos de él", él ha comprendido Badajoz "desde el recuerdo". "Este breve ensayo, en definitiva, no es más que un conjunto de íntimas reflexiones que se han incrementado con la añoranza, que aún siento por Badajoz", su "pequeña patria". Por la infancia empieza este paseo por la memoria que no deja de ser una suerte de autobiografía: "Comencé a entender la ciudad en la que nací poco después de abandonarla". Eso fue a los 17 años y el desde Sevilla, donde se fue a estudiar junto a algunos hermanos de su familia numerosa. Para entonces, el padre ya había muerto. Era periodista del diario HOY... de Badajoz.
"No es fácil teorizar sobre la ciudad natal", afirma. Sabe, eso sí, que esa ciudad de la infancia es clave en la vida de cualquiera. Es donde empieza todo.
La suya es una "ciudad incomprendida". Desdibujada, diría, de ahí la importancia de este ensayo. Una "ciudad refugio", como todas, que aquí, por ser "plaza fuerte", es, además, "ciudad centinela" y "ciudad baluarte". Su "condición fronteriza" es indisoluble de su "condición interior". "En un rincón del mundo", la "ciudad mutilada", "remota" y "detenida", "abaluartada" y "austera", "completamente traicionada por la mano del hombre con la excusa del desarrollo".
Ciudad fluvial, como Mérida, por culpa del Guadiana, con añoranza del mar y de las playas (del oeste, del sur), un sentimiento muy pacense. Y muy portugués. Y ahí, La Raya, todo un temperamento también. "Una especie de tercera tierra o de lugar común que, sin negarla, supera la pertenencia a las dos naciones ibéricas". La primera frontera del mundo. La frontera que en realidad no lo es. Si acaso, la frontera permeable. Desde Galicia hasta Huelva.
"Ciudad de la finitud", dice con Byung Chui Han, un filósofo al que JGC cita en momentos que, como en otras ocasiones, no esquivan la mirada poética. La poesía. Y de cielos infinitos, eternos, algo que uno comprendió una tarde inolvidable desde la terraza áerea de la casa de mi amigo Antonio Franco, otro pacense de pro, sobre el río Guadiana, a un paso del viejo hotel Zurbarán.
Ciudad de conversaciones en cafeterías y veladores. Ciudad de paseos. Melancólica, de tan portuguesa, a pesar del histórico "olvido de Portugal".
Ciudad de la Alcazaba, que uno siempre veía al llegar desde Cáceres con la admiración de quien la considera acaso lo mejor de su línea del cielo. Sólo por eso...
Ciudad con identidad propia, que, a pesar del tópico, tuvo y tiene, aunque ahora sea distinta.
A su "expolio" se refiere el jurista. Por la falta de respeto a la legalidad, por la falta de cumplimiento de la normativa urbanística y por dejar que se cumpliera la teoría de las ventanas rotas de Zimbardo. Opina después sobre lo que debió hacerse para evitar que quedara "despojada casi completamente de su riqueza monumental". Porque "No es azarosa esta destrucción absurda de la vieja ciudad amurallada". Y no fue sólo por culpa de la "incultura". Es más, uno echa de menos, si se me permite el excurso, que JGC no aporte ningún nombre. El de algún alcalde, por ejemplo, que fuera cómplice, cuando menos, de esa masacre arquitectónica.
Tras el capítulo "Breve referencia a la ciudad y su pequeñas literatura" (donde menciona dos novelas importantes a la hora de comprender nuestra historia: La última fanega, de Antonio García Orio-Zabala, su padre, y Memorial de Ventoleras, de Julio Cienfuegos Linares) y al futuro de esa mesópolis, que no olvida a su hermana pequeña, la patrimonial ciudad lusa de Elvas (¿por qué no un tranvía hasta que las comunique?, se plantea) ni la "economía de la cultura", otro apartado fundamental: el que dedica al temperamento del pacense como "ser transitivo", acaso el mejor y más hondo del conjunto.
Asumir "la conciencia de la traición", "sin rencor", es el primer paso para recuperar ese futuro al que acabamos de hacer referencia. Se trataría de "rehacer". El paso está dado: este libro desentierra del olvido una maquinación que está en la base de su actual temperamento. No sé si, como uno, los pacenses eran hasta ahora conscientes de ese gravísimo hecho. Seguro que mi amiga Isabel Sánchez, pacense en Salamanca, sí. Ya no tienen excusa. Emocionante. Tanto, cabe añadir, como los poemas incluidos en el cuadernillo del Aula de Literatura "Enrique Díez-Canedo" de Badajoz editado con motivo de su lectura allí (hace la número 148) el pasado 15 de diciembre. No falta un puñado de inéditos, como "Teorema de Sesimbra":

Cada universo contiene una nación remota
y cada nación conserva una región remota
y en cada región, una comarca remota
y en cada comarca hay algún lugar remoto
y en ese lugar remoto hay un quintal
con un niño que sueña con lugares remotos.
No tiene el buen viajero que medir la distancia
porque es su alma quien guarda los lugares remotos
que enciende con sus pasos la duda del regreso.