22.3.17

En Los Pilones

Hacía muchos años que uno no subía hasta Los Pilones, en la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, aunque aquello sea un paraíso. En aquella ocasión, fui con mis alumnos del Colegio Público 'Ramón Cepeda' de Jerte, el pueblo más cercano a ese paraje. El de mi amigo Florentino Gargantilla, que se crió en esas montañas, donde su madre, la señora Abundia, hacía los quesos de cabra que le dieron justa fama. O el de Dioni, uno de aquellos muchachos que tuve en las complicadas aulas jerteñas, que, casualidades de la vida, nos sirvió de guía, junto a Carmen, tía de otra antigua alumna, en nuestra ruta. Nos reconocimos al momento. Me recordaba por mi segundo apellido, por un libro que había publicado entonces y porque Manolo Chico (el padre de Álex) y yo llevamos a su clase de excursión a Almuñécar (con visita a La Alhambra). Era el año 91, un mes antes de lo del Loewe. Me acuerdo de que me fui a ese viaje con un ejemplar de La realidad y el deseo. 
Esta vez caminé con otros compañeros: Mercedes y Jesús. No aparecen retratados por respeto a su intimidad, aunque son mucho más fotogénicos que yo.
Distintos muchachinos, sí, pero semejante maravilla. El día se portó estupendamente con nosotros y el viento levantisco que hacía en Plasencia, y que seguía soplando con fuerza cuando regresamos, allí arriba ni se notó. Por si eso fuera poco, vimos algunos cerezos ya en flor.
Siempre he sido reacio a las excursiones escolares, pero las de este tipo son necesarias. Al menos para uno. Además -fue mi mayor preocupación mientras comíamos-, ninguno se cayó a la garganta.