Este artículo del periodista Juan Domingo Fernández se publicó ayer en el diario HOY, en su columna "Ruta abierta" y también en su blog "Gratis total".
Para mí los Reyes Magos se han adelantado este año con la pequeña antología poética de Álvaro Valverde ilustrada por Esteban Navarro que acaba de publicar la Editora Regional de Extremadura en su colección ‘El Pirata’. Pero no temas, mi buen Yorick, no voy a incurrir en la osadía de ensayar aquí ninguna crítica o reseña profesional entre otras razones porque ya lo ha hecho, –lúcidamente como acostumbra– el crítico y profesor Simón Viola en su blog de literatura ‘Notas al margen’. Tampoco incurro en exageración si digo que Álvaro Valverde es uno de los ‘grandes’ de la poesía española contemporánea, y me acojo, para revalidar mis palabras, al juicio de críticos literarios y antólogos tales como José Luis García Martín, Miguel García Posada, Luis Antonio de Villena, Juan Cano Ballesta, Andrés Soria Olmedo, Ángel Luis Prieto de Paula, José Enrique Martínez…; me acojo a la bibliografía selecta incluida en este pequeño volumen o mejor aún: al imperturbable testimonio de las hemerotecas desde hace treinta años.
De ahí que encuentre digna de aplauso la publicación de este libro para difundir entre los más jóvenes la obra de un escritor que se queda deliberadamente en su tierra y funda un ‘territorio’ poético que trasciende sin embargo lo personal y nos abarca a todos y al mundo. Lo expresa mejor Jordi Doce en su introducción a Álvaro Valverde ‘Un centro fugitivo’, antología poética (1985-2010) publicada por La Isla de Siltolá. Ahí puede leerse: «Desde la publicación de ‘Territorios’ en 1985, esta poesía se ha esforzado por dar testimonio veraz del paso de un hombre por el mundo. Un pasar en el que la conciencia y los sentidos tratan de aprehender cuanto parece apartarse o escapar de su camino, esto es, el tiempo mismo con sus limos y sedimentos». (…) «El prodigio de la poesía radica precisamente en esto. Que solo el poeta dotado de una voz y un mundo personales, distintivos, es capaz de hablar en nuestro nombre, mostrar en qué radica nuestra vida».
Me parece también un acierto que la antología se abra con ese poema que seleccionó José Luis García Martín en ‘La generación de los 80’ y en el que Álvaro Valverde parece fijar los límites de su paraíso cuando habla de: «Hojas de acanto y rosas, / una vieja piedra de molino y enramadas, / el suelo tejido de una hiedra fresca. / (…) Aquí, en el huerto sombrío / donde las horas son luz tamizada / y del limón aroma./ Hagamos de este lugar un territorio». Y cuyo revés, a modo de eco, percibo en el poema ‘Estela’, de ‘Ensayando círculos’, texto en cuyos versos finales resuena la musicalidad de la ‘Canción a las ruinas de Itálica’, de Rodrigo Caro: «Viajero que ahora pasas, / ten presente / que estas ruinas fueron / andamios una vez, / hombres silbando». La vida misma.
Yo no quitaría, claro está, ninguno de los poemas seleccionados pero hubiera incluido el ‘Entonces la muerte’ (4) de su libro ‘Desde fuera’, al que Fernando Aramburu (el autor de ‘Patria’) dedicó en el Suplemento de cultura ‘Territorios’ una página iluminadora que yo creo que vale por toda una galería de reconocimientos y premios.
Nota: La ilustración es obra de Esteban Navarro y pertenece a la antología.