2.10.18

Jiménez Millán y Fidalgo Lareo en El Cultural


Antonio Jiménez Millán.
Visor. Colección Palabra de Honor, Madrid, 2018. 110 páginas. 

Jiménez Millán (Granada, 1954) ha centrado sus investigaciones, como profesor, en la poesía española y catalana contemporáneas. Como poeta, reunió una muestra de sus primeros libros en La mirada infiel. Antología 1975-1985 (hay una edición posterior ampliada). Llegaron después Ventanas sobre el bosque (premio «Rey Juan Carlos I»), Casa invadida, Inventario del desorden (premio «Ciudad de Melilla») y Clandestinidad (premio «Generación del 27»). En 2015 publicó Ciudades. Antología 1980-2015.
Dividido en ocho partes, Biología, Historia comienza con la serie “Partituras”, dedicado a Luis García Montero, y termina con un extenso poema que da título al conjunto y que retrata a Juan Carlos Rodríguez. Si lo menciono es porque esta poesía es cómplice del magisterio del segundo, teórico de La otra sentimentalidad, origen de la denominada Poesía de la Experiencia, de la que el primero sería el máximo representante.
Granada (la de su infancia, sobre todo) es, por lo demás, el motivo central de los primeros versos del libro, que se abre con el pessoano “El poeta es un fingidor”. “Yo quería leer una ciudad”, escribe, y añade: “Leer una ciudad es seguir una vida”.
“Ayer cumplí sesenta años”, dice en “La Memoria y los días”, la segunda serie, y ahí, la muerte, la juventud, los carros o los lápices, que dan una visión en blanco y negro muy acorde al tono melancólico y memorístico del volumen. Y la figura del padre. Y Nueva York. Todo evocado con un lenguaje llano, conversacional, de índole narrativa, ceñido a metros regulares y a un ritmo lento.
En "Disolución" prima lo civil, desde la Guerra, siempre presente, hasta los atentados de Las Ramblas. En "Banderas" se alude a la actualidad: "Cuántas veces se usan las banderas / para esconder la corrupción". "Es un paisaje yerto la memoria", escribe.
"Homenajes" celebra a Gil de Biedma, Kafka, Miguel Hernández o Machado. "Carnets" agrupa prosas sobre el resentimiento, el viaje y la identidad ("Si alguien te pregunta quién eres, dile que nadie o todo el mundo"). "Pantalla" es el cine y la fotografía (de Atget). Y el suicidio (de Trakl), un acto "sin grandeza". Y otros tiempos, en Aix-en-Provence, por ejemplo: "Esta ciudad es parte de mi vida". En "Rehabilitación", en fin, vuelve al tema del suicidio, cuando evoca a Ferrater. Y al dolor ("No más mitología del dolor"). Y a la enfermedad (que hace envidiable la antigua rutina). Para concluir: "Yo sólo quiero celebrar la vida".

Pablo Fidalgo
Pre-Textos, Valencia, 2017. 96 páginas.
Ediciones Rialp. Adonais. Madrid, 2018. 52 páginas. 

La poesía de Fidalgo Lareo (Vigo, 1984) ha logrado irrumpir con fuerza en el panorama. A La educación física y Mis padres: Romeo y Julieta le sigue Esto temía, esto deseaba. Una sucesión de poemas extensos componen las tres partes y el epílogo de esta obra que se abre con una cita de Mario Luzi, de donde toma el título. Y sí, entre el temor (“¿nos falta algún miedo?”) y el deseo se mueven los versículos de estos monólogos donde, paradójicamente, nunca falta el diálogo, y donde abundan las preguntas que formula alguien que viaja o que huye, que se mueve incesantemente (“Mi juventud fue una peregrinación”) a la busca de su propia identidad. Un ser solitario, “un extranjero”, rodeado de gente. Alguien que relata su historia para intentar comprenderla, pero también las historias de “vidas que no eran la mía”. A la voz de Fidalgo se unen en el libro otras que no dejan de evocar el desconcierto y la perplejidad de cuanto sucede a su alrededor. Siempre desde un tono confidencial y cercano, de apariencia autobiográfica.
“Un año sin volver a casa”, el poema inicial, marca el territorio de este nómada que reside en Lisboa, “la ciudad en la que escribir / el libro alucinado que siempre quise escribir”.
Su recorrido le lleva a Portugal, Italia, Francia, Argentina... “Todo mi deseo cabe en una maleta”. “Estoy conociéndome”, dice. Y: “Verás que en un poema / cabe todo el viaje”.
Unitario, como éste, es también el segundo libro que comentamos, accésit del premio Adonais, y como el anterior sustentado en el tema de viaje que, en Fidalgo, es un modo de vida. Él, un ave de paso más. Un viaje –interior y exterior–, por la juventud (“Cada uno de nosotros representa una forma / de entender la juventud”), a la luz, a Italia, una suerte de patria marítima. A Sicilia, sobre todo. A los “Mediterráneos”. Un mar de muertes, recuerda. A un país, en fin, que ama “de abajo a arriba”. Palermo, Lucca, Módica, Licata… Tan distinto, aunque complementario, de su natal Galicia y de Portugal, otra de las patrias, ya se dijo, de este poeta errante. Tampoco falta el amor, ni la figura del padre, ni esas conversaciones dentro del poema e innumerables preguntas.
“Todos llegan aquí buscando cosas muertas / y tú has llegado buscando la vida”, escribe. Y al acabar: “seguimos observando lo que vendrá”.

Nota: Las reseñas de los libros de Jiménez Millán y Fidalgo Lareo aparecieron el pasado viernes en El Cultural.