19.10.18

Un homenaje


Ayer se celebró en el Teatro López de Ayala de Badajoz un homenaje al que fuera consejero de Cultura de la Junta de Extremadura Francisco Muñoz Ramírez con motivo de su reciente jubilación. Este texto iba a leerse en ese acto, aunque al final, me cuenta mi amigo Miguel Ángel Lama, sólo tomaron la palabra algunos de los presentes. Con todo, ahí va.  

PACO

A secas. Como siempre le hemos llamado. Muñoz Ramírez, sí, que ahora se jubila. Me hubiera gustado poder acompañaros –a vosotros y, por supuesto, a él– en el acto que celebra ese feliz acontecimiento, pero los deberes laborales me obligan a permanecer en Plasencia, y bien que lo siento.
Cuando me llamó Reyes Picazo para informarme al respecto, agradecí, sobre todo, que Paco me considerara uno de sus amigos, alguien digno de acompañarlo en este delicado trance. Todo un detalle.
Nos conocemos de antiguo. Para él, desde entonces, Alvarito. Desde sus años en Diputación, a principios de los ochenta. A través del inefable Ángel Campos, nuestro añorado amigo común. También lo fue, y cuánto, de otro amigo del alma: Fernando Tomás Pérez González, compañero suyo de estudios, y, como el anterior, personaje clave en la normalización cultural de esta tierra. Cito a estas personas, evoco la amistad, y, de inmediato, surge la palabra “admiración”, pues no hay posibilidad de querer a nadie sin admirarlo. Es el caso.
Tuve la suerte, desde 2002 hasta 2008, de trabajar en la Consejería de Cultura que dirigió con talento y mano firme. Primero en el Plan de Fomento de la Lectura que impulsó, y luego en la Editora Regional, tras la triste, intempestiva marcha de Fernando. Antes, desde la Asociación de Escritores Extremeños, ya habíamos colaborado en numerosos empeños.
Fueron años, diría el poeta Antonio Colinas, “tan intensos como difíciles”. Fue un consejero de largo recorrido (un mérito que hemos de reconocer al presidente Ibarra) y su gestión, modélica, consiguió, ya lo decía, poner a Extremadura en la hora de España. Y en la del mundo.
Trabajador incansable, sus jornadas, desde el recuerdo, no tenían horas. Que se lo pregunten a Luisa, su jefa de gabinete. O a cualquiera que estuviera en esa época en la Consejería. No, esos años no volverán. Hace tiempo que la cultura se jodió por estos lares sin remedio, o eso parece. Es lástima porque se podría haber rematado la faena que con tanto acierto Paco inició.
Este hombre ha tenido lo que exigía de sus colaboradores: criterio. Uno valora mucho ese concepto. Es propio de gente inteligente. Por lo demás, a los hechos me remito, ha demostrado ser alguien honesto con sus ideas y fiel a sus principios. No es poco. Más si se milita en un partido.
En el ejercicio de sus responsabilidades culturales y políticas, ha sufrido frecuentes sobresaltos, algunos bien ingratos. Porque es inevitable en la amistad verdadera, hemos compartido, qué remedio, algunos enemigos. Gente mezquina de la que no hemos podido presumir, en tanto que adversarios, porque nunca estuvieron, querido Paco, a la altura. Por eso los ha calificado uno de impresentables.
Termino. Ojalá la jubilación te dé ocasión de disfrutar aún más de la vida. Y de los libros, que para eso eres lector, otra de las virtudes que te adornan. Puedes estar seguro de que te mereces el descanso. ¡Salud, Paco! Que no decaiga. Un fuerte, fraternal abrazo.