1.2.19

Versos póstumos de García Baena

El colofón de este libro, Claroscuro, que publica (como el anterior, Campos Elíseos) la valencia Pre-Textos (en coedición con la Fundación Gerardo Diego), señala que "se terminó de imprimir el 14 de enero de 2019, primer aniversario de la muerte de Pablo García Baena". Uno de sus editores, José Infante (el otro es Rafael Inglada) ya advierte que se trata del "esbozo de un libro". Como ellos, creo que estos poemas merecían ser conocidos por los lectores de uno de los poetas más importantes del panorama poético en español del siglo XX y fundador del Grupo Cántico de Córdoba (junto a Ricardo Molina, Juan Bernier, Julio Aumente y Mario López), esa sureña joya de nuestra lírica que reinventó para los más el novísimo Guillermo Carnero. 
El orden de los doce poemas que conforman el libro es cronológico. Se nos cuenta que los escribió con paciencia y no pocas dificultades a causa de sus problemas visuales. Se nos recuerda que ya advirtió en su momento que "sólo podía escribir de lo que veía". Se añade que estos versos "son la melancolía de su antigua mirada", que es una hermosa frase que resume su espíritu muy bien. "Con su rigor y precisión, y misterio", se puntualiza, "eligió el término que mejor definía su estado, siempre iluminado, en el que en esa última etapa de su vida, se entregaba a la creación, ese claro-oscuro, entre la luz y la oscuridad en el que vivía".
Algunos de estos poemas aparecieron en su día publicados en revistas o antologías. No por nada, el prólogo está fechado el 29 de junio de 2018, día en el que el poeta andaluz habría cumplido 97 años. 
Por lo demás, el lector habitual de PGB no hallará aquí muchas sorpresas, más allá de la que siempre acompaña a un nuevo poema de un buen poeta. Quiero decir que se mantuvo fiel hasta su último aliento lírico a su concepción de la poesía, barroca por excelencia. Hasta quienes huimos del preciosismo, del lenguaje suntuoso, del lujo y la escenografía nos rendimos ante la matemática exactitud de estos poemas donde brilla el castellano con serena belleza.
Doce poemas breves para evocar el exilio desde las ruinas de Medina Azahara ("Vida es también la soledad y el agua / bajo los arcos, limpia"), a su amigo Julio Aumente, el verano ("Hasta para el que mira, encerrado en sus años,  el verano será el tiempo de la dicha"), la historia, la araucaria (que pintó Leonardo), la tristeza (en forma de bolero), las rosas, al sodomita condenado por el Santo Oficio, el ombú de Benalmádena, la penosa gloria del viejo poeta local, el cinamomo y, por fin, las vísperas; las del poema del mismo título elegido por los editores a propósito para cerrar el delgado volumen. Porque así solía terminar sus últimos libros, con un poema de asunto religioso, algo propio de alguien con una "profunda y singular religiosidad". "Ventris tui... Rogad / ahora que os alaba cada flor, cada ser, / cada estrella que nace ahora y en la hora / de nuestra muerte. Amén".
Una nota biográfica y una bibliografía completan este libro por desgracia póstumo, obra de uno de nuestros más esclarecidos contemporáneos.