Hilario Barrero publica en sus Cuadernos de Humo, con el número veintiocho, una verdadera delicia poética. Se trata de Dos poetas triestinos: Giotti y Saba. Los poemas, seleccionados y traducidos por otro neoyorquino de residencia, José Muñoz Millanes, dan fe de lo que el ensayista explica, y con qué lucidez, en su breve introducción, que empieza: "Las fechas y una ciudad, Trieste, aproximaron a los poetas Umberto Saba (1883-1957) y Virgilio Giotti (1885-1957). Además, ellos y sus respectivas familias se relacionaron (Giotti sintió un amor platónico por la mujer de Saba, Lina, que le inspiró un par de poemas) y los dos se comentaban sus escritos antes de publicarlos". Más adelante escribe que su poesía "se caracteriza por una modestia que puede llegar a confundirse con provincianismo y falta de ambición estética. Pero, por el contrario, en esta modestia estriba su intensidad, que surge al sentir la grandeza de la vida en lo mínimo: en los detalles cotidianos, en los matices de los cambios del tiempo y de las estaciones, en los instantes pasados en el hogar junto a las personas queridas o en los lugares habituales de la ciudad y sus personajes humildes". Y añade que su poesía "es delicada porque en ella lo excepcional se da en la sencillez, en la normalidad de los días y los lugares: en una ondulación dichosa de la realidad: “Todo se mueve alegremente, como si / todo estuviera contento de existir” (Saba)".
Precisa Millanes que ambos "constituyen una anomalía en la literatura italiana del siglo XX. Poetas de la sencillez, los ensalzó Montale, el poeta por excelencia de la complejidad. Poetas de la felicidad doméstica y de la normalidad amenazadas, fueron defendidos de la acusación de anacronismo por Pasolini, el enemigo implacable del orden burgués: 'El anacrónico, el marginal Saba es el más efectivo de todos nuestros poetas. Precisamente por su incapacidad natural para adaptarse ha terminado siendo quizá el poeta más típico, si no el más representativo, de este período literario'". Por último, y a propósito de la mencionada "sencillez" "que "a simple vista puede parecer conservadora", destaca que "la crítica ha puesto de relieve que se trata, en cambio, de un sofisticado minimalismo: de una difícil sencillez cultivada, producto de una depuración".
Poemas de Giotti, como "Otra vez", "La cortina" u "Otoño", o de Saba, como "La tarde", "Lugar amado", "Árboles", "Últimos versos a Lina", "Fedra" o "Momento", son elocuente verdad de su excelencia. Elijo, con todo, uno de Saba que tiene ahora para mí el don de la oportunidad.
Los amigos muertos
Los amigos muertos reviven en ti,
y las muertas estaciones. Que tú existas
es un prodigio; pero aún otro lo excede:
que en ti yo recobre un tiempo mío que fue.
Un país recorro que ya
no existía, remotísimo, sepultado
por mi voluntad de vida. Es éste
el bien o el mal, no lo sé, que me has hecho.