10.6.20

Miguel Veyrat lee "Porque olvido"


PORQUE OLVIDA, ÁLVARO VALVERDE 

Uno siempre ha pensado, o creído, que la verdadera biografía de un escritor reside siempre en su obra. Pero esto, que puede resultar ya un lugar común, cobra más importancia si pensamos que, en muchos casos, puede resultar una máscara para ocultar ciertos rasgos de la personalidad y operar ‘libre y literariamente’ con hechos y relatos a conveniencia de quien lo escribe. Más aún cuando se entretiene el poeta o narrador, en redactar unas memorias, aunque sea revestidas como ‘diarios’ en este caso. 
La lectura de los ‘Diarios (2005-2019)’ (1) de Álvaro Valverde , poeta justamente reconocido por la crítica al uso y desde hace años en la muy inteligente selección realizada por la editorial Tusquets con su colección de poesía “Nuevos textos sagrados”, al borde ya de su desaparición en estos tiempos enfermizos en todos los sentidos, ha resultado para mi, su lector y amigo, un auténtico gozo que volvía más acogedor y amable el ambiente de mi biblioteca, sabiendo que en ella me aguardaban los relatos de sus días. 
El poeta ha querido colocar como lema de los episodios de su vida más personalizados, el mismo que ya figura en su blog -cuna de los textos extraídos de sus páginas y publicados ahora en forma de libro- en lengua latina, ‘Solvitur ambulando’, que sería como decir que todo se resuelve caminando. A ello se refiere asimismo la magnífica fotografía de cubierta, donde podemos ver al poeta caminando de espaldas y cara al río Jerte, escenario de sus paseos habituales, en actitud meditativa que parece absorta en el mismo título de su libro, “Porque olvido”. 
Álvaro Valverde no usa máscara alguna -a lo sumo la odiada mascarilla actual que nos cubre de la pandemia-, no la necesita, su prosa como su vida de hijo, padre y esposo, de maestro de escuela que no quiso nunca ser más que eso que ya es mucho ser, se revela modesta, clara y limpia; no sale del territorio donde naciera y ama con locura, y cuando lo hace por obligaciones propias del menester docente o de la túnica de poeta reclamada por lecturas y presentaciones de libro, regresa a toda prisa casi sin dar tiempo a sus amigos para despedirse de él. 
El libro aparece, de cruz a raya, atravesado por enmarañado tejido de esos recorridos afanosos de ida y vuelta por su Extremadura o en todo caso por los lugares favoritos de Asturias o las playas de Cádiz, concretamente en Conil de la Frontera en cuya arena ha querido el azar que nos hayamos encontrado alguna vez mirando hacia Tánger, patria chica de su esposa Yolanda. No usa máscara Valverde, como hemos dicho, pero sí el pronombre indefinido para hacer que su yo camine tras él. Uno ha querido usarlo también al iniciar estas líneas, por ser rasgo muy marcado del modo de referirse a sí mismo en sus andanzas, actitudes o sucesos de su vida, como a modo de homenaje gramatical por parte de éste su lector ferviente. 
Afirman los sabios gramáticos, que el uso del pronombre indefinido revela unos mecanismos de impersonalización como desfocalizador del centro deíctico, es decir “una táctica de distanciamiento con la que el hablante minimiza su propio papel o el del oyente del discurso”, según Alcaide Lara. Y ésta táctica también revelaría, sin estorbar a la fluidez del relato para nada y antes bien reforzarlo, una vez más la modestia personal de nuestro poeta, virtud por cierto no frecuente en los practicantes de tal género literario, entre los que me encuentro. 
Pero detengámonos unos momentos en el título escogido para sus diarios: “Porque olvido”. La frase forma parte de un verso de su primer libro, ‘Territorio’: “Escribo hacia el pasado porque olvido”, y es que para el poeta es absolutamente esencial dejar bien fijados determinados acontecimientos que marcaron su vida y forman parte de su memoria, “Una copa frágil” añade citando al poeta venezolano Juan Sánchez Peláez. Y cita también definiendo “ese rincón”, como llama al lugar de sus textos, al bibliófilo José Luis Melero: “el diarista, a diferencia del memorialista, carece desde luego de una visión reposada de los acontecimientos. El diarista por tanto trabaja con las impresiones, más que con los recuerdos." 
Uno, que ama la poesía de este amigo al que definió un día Túa Blesa -uno de los mejores críticos de España- como “un melancólico incurable”, lo ha comparado en una reseña de su último libro de poesía publicado “El cuarto del Sirocco”, (2) como un Leopardi en lengua española que hubiese podido muy bien escribir la reflexión poética del “Canto XII: El infinito” (3). A quien pueda tacharme de exagerado, desafiaría yo a leer lentamente el poema leopardiano citado y cualquiera de los poemas de “El cuarto del Sirocco”, metáfora perfecta del resguardo que para su memoria más íntima quiere reservar Álvaro Valverde, ante los vendavales que la vida obliga a menudo a arrostrar al descubierto. 
No deseo alargar innecesariamente estas líneas, escritas sobre todo para invitar calurosamente a los lectores a compartir las vivencias de este hombre que se define a si mismo como tímido y vergonzoso cuando niño, pero que guarda los tesoros de su pensamiento en el interior del conocimiento que la vida le ha otorgado, y teniendo muy presente en todo momento el soplo inesperado y exacto que puede apagar el cabo ya ardido de una vida. 
Por esa misma razón quise yo cerrar en su homenaje mi último libro “Furor&Fulgor”, publicado recientemente en Sevilla por “La Isla de Siltolá”: con tales sentimientos compartidos y expresados en un verso de su inolvidable poema ‘Cementerio alemán de Yuste’: ‘Tiene la muerte una medida exacta’. Este es pues el poema que quise dedicar a este gran poeta y amigo entrañable: 

Donde la herida 

Acercarte finalmente a la última orilla
Frente al infinito
Donde tu fulgor se apaga sin respuesta
Alguna al aliento
Enfurecido de la herida que hasta aquí
Te trajo a pensar
Lo que creíste ver con tus ojos de niño.
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1.- Editora Regional de Extremadura, Colección Perspectivas, Mérida 2019
2.- Amé siempre esta colina,/ y el cerco que me impide ver/ más allá del horizonte./ Mirando a lo lejos los espacios ilimitados,/ los sobrehumanos silencios y su profunda quietud,/ me encuentro con mis pensamiento y mi corazón no se asusta./ Escucho los silbidos del viento sobre los campos,/ y en medio del infinito silencio tanteo mi voz:/ me subyuga lo eterno, las estaciones muertas,/ la realidad presente y todos sus sonidos./ Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:/ y naufrago dulcemente en este mar.
3.--En ‘Una oculta razón’, Visor de poesía 1991. Con todo afecto dedico el poema que cierra este libro a mi querido amigo Álvaro Valverde cuya obra poética admiro.
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© Miguel Veyrat

Nota: Esta reseña ha aparecido en el muro de Veyrat en Facebook. Con fecha de 5 de junio de 2020.