8.2.21

Un nuevo libro de Riechmann

 

Jorge Riechmann
Tusquets Editores, Barcelona, 2020. 160 páginas. 15.00 €
 
La bibliografía de Riechmann (Madrid, 1962), profesor de Filosofía, bloguero (http://tratarde.org/) y pionero del ecologismo, abruma. A su condición de ensayista (centrado en el ecosocialismo, el cambio climático, la sostenibilidad y la poética) y de traductor (de Char, Müller, etc.), se suma la de poeta (“la poesía es el centro de mi vida”).
Sus primeros libros están reunidos en Futuralgia (1979–2000) y los siguientes en Entreser (1993–2007). Después llegaron, entre otros, Rengo Wrongo, Poemas lisiados, Himnos craqueladosArs nesciendi y Grafitis para neandertales. “Hay una continuidad básica en lo que he ido haciendo”, afirma. Quien quiera conocer más a Riechmann debe leer Un lugar que pueda habitar la abeja, un sustancioso conjunto de entrevistas editado por Alberto García-Teresa.
En Tusquets, donde aparece ahora Mudanza del isonauta, había publicado Conversaciones entre alquimistas y El común de los mortales.
Lleva como subtítulo la palabra griega enkráteia que, desde Platón, significa poder sobre uno mismo o autodominio; “madre de todas las virtudes”, según Aristóteles. Lo de “isonauta” está tomado de Huidobro.
Un poema previo explica que tras dos años sin poesía, “pues los cataclismos / están mudando su rostro: // yo tengo que mudar de piel”. Para él, ésta “tiene algo de herramienta de exploración y descubrimiento para seres desorientados”. Un “arte de vivir”. No evita la “dimensión de conflicto” ni cierra los ojos a la realidad. Como Gamoneda: “la poesía o es sustancialmente realidad o no es poesía”. “Escritor –según Riechmann– es aquel que hasta que no escribe, no comprende”. Quien dice “lo que ha de ser dicho”: “Limítate entonces / a tratar de decir lo que ves”. “Para conocer”. ¿Comprometida?, le preguntan, y responde: necesaria. La suya se “pega mucho al cuerpo de la vida”. Nada humano le es ajeno. A favor de la “resistencia”, más que “puro verso”, al decir de Viñals, a quien cita. El libro está lleno de citas. Y no sólo de literarias o filosóficas, también periodísticas.
Se compone de un prólogo, siete poemas y cinco epílogos. Esos siete poemas largos se despliegan, a su vez, en muchos más, una forma de proceder ya habitual en él. No pocos llevan un título o comentario al final, entre paréntesis. De pronto, un haiku, una copla.
El tono es deliberadamente prosaico (“esto no es literatura / y quizá tampoco poesía”). Sin verbosidad ni “manoseo metafísico”. Sentencioso. De epifanías, no de aforismos (“la poesía no sabe”): “No he logrado / alcanzarme / cuando huía”. De claridad evidente. Reflexivo. Didáctico incluso. Y político, sin duda. Propio del manifiesto. Atento a lo que se dice, pero sin olvidar que “la poesía es, sobre todo, cuestión de buenas formas”. Porque somos seres de palabra. De lenguaje.
¿Cuáles son sus asuntos? Fiel a “lo abierto” –“el terreno de la poesía es múltiple”–, da testimonio, atento al sufrimiento y la compasión, de casi todo aquello que sucede y pasa. Por ejemplo, del cambio climático y el calentamiento global (“más que molestias”, “todo lo demás resulta irrelevante”): ¿y “si esta vez fuera el fin del mundo / el fin del mundo?”. Reitera que estamos al borde de la catástrofe. O ya cayendo en el abismo. Sí, el modo es apocalíptico. Más allá, la pobreza, la globalización, el capitalismo, la muerte, la sustentabilidad, los animales, el plástico… También poesía, amor y amistad. Pero “seguimos deletreando la espiral”: no cambiamos. Por “pereza” acaso. “Has de cambiar tu vida”. “Se deslíe”. “Hacerse cargo”. ¿Estamos ante la inservible crítica al final de los tiempos? El poeta siente vergüenza. Sin embargo, “el sentido de la vida es vivirla”. Sin “ego”. Aceptar “la belleza de todos los días”. En pos de la utopía: “lo necesario imposible”. Con Auden, “amarnos los unos a los otros o morir”. “Frágiles comunidades / de humildes seres libres y justos”. “Hazte sencillo”.
De los “epílogos” destacaría “Lugares”, “Poder y no poder” (un análisis del “sí se puede” de Podemos, donde milita, mas con distintos “peros”, que debería leer Pablo Iglesias) y “Apesardé” (“nada humano se construye / sino sobre el frágil zócalo de un apesardé”).
“Todo puede ser salvado” es, para Riechmann, el lema de la poesía. Contra lo calamitoso de la situación, se atisba una esperanza. “Estemos a lo que de verdad importa”.  

Nota: Esta reseña de ha publicado en El Cultural. Dos matizaciones: el título de la reseña no es mío y la versión es la completa. En papel era más reducida.