29.12.21

En el adiós al obispo Retana

Los designios de la Iglesia, ya se sabe, son inescrutables. Está compuesta por seres humanos falibles. Son muchos los fieles de la Diócesis de Plasencia y no pocos placentinos no practicantes, pero atentos, digamos, a la realidad social de su ciudad, que se sienten confundidos por la decisión de nombrar a José Luis Retana Gozalo obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo (que antes tenía el suyo propio) cuatro años después de que llegara a Plasencia, su primer destino como prelado superior y donde fue tan bien acogido. Nos consta que la situación le apena (se sentía a gusto aquí) y le preocupa (compartirá la gestión de dos diócesis al mismo tiempo, con los problemas que ello conlleva). Los rayanos de Ciudad Rodrigo observan con desasosiego la medida (se sienten incluso agraviados) y Salamanca, con un clero envejecido (y no hablo sólo de la edad), no es plaza fácil, como bien sabe el que fuera rector del Seminario Diocesano de Ávila en esa ciudad. Él lo asume: «Los obispos somos todos un poquito conservadores y creo que la elección puede entenderse como lógica si se tiene en cuenta que he vivido 20 años en Salamanca y he formado allí a muchos seminaristas de Ciudad Rodrigo», ha afirmado.
Por lo demás, Retana está acostumbrado a la brega y a medirse con las dificultades. Puede que por eso... Tuvo un buen maestro, como su hermano Salvador, mi querido amigo, que tanto va a echarle de menos. Me refiero a su padre, «de una calidad humana y espiritual fuera de lo normal», dice el obispo. Doy fe de lo lejos que ha llegado esa labor, forjada desde que eran unos críos allá en Pedro Bernardo, su pueblo natal, en las faldas de Gredos. 
Deja este hombre muchos proyectos eclesiales en marcha (por eso no pocos curas se sienten desolados) y uno cultural de gran magnitud: la nueva edición de Las Edades del Hombre, que nunca habría llegado hasta este rincón sin sus contactos y diligencia. 
El deán de la Catedral de Plasencia y vicario general de la Diócesis, Jacinto Núñez Regodón, un sacerdote inteligente al que nombró Vicario General, dijo en la misa de despedida (según recoge el diario HOY), con una osadía impropia de estos ámbitos: «Creo que no sería honesto si antes de terminar mi intervención, no manifestara que su marcha, aparte de tristeza y nostalgia, nos ha producido desconcierto e incluso cierto malestar». Y continuó: «Nos cuesta entender algunos procedimientos eclesiásticos que, a veces, dan la impresión de prestar menor atención a las diócesis más pobres y pequeñas». «No juzgo a nadie lógicamente, pero me permito expresar el deseo de que se revisen algunos de esos procedimientos», concluyó.
Deseo, en fin, lo mejor a este obispo cercano y cariñoso. Y mucha salud para afrontar lo que se le viene encima, que no es poco. Por suerte, antes de irse, tuve ocasión de visitarlo junto a mi hermano Fernando y en esa breve conversación confirmé lo que pensaba sobre su valía humana y moral. Hasta ese momento no nos conocíamos personalmente. Espero, como mis paisanos, que quien le sustituya sea un obispo capaz. Los malos tiempos, no nos engañemos, así lo exigen.