18.12.21

La poesía de Meabe

Cómo guardar ceniza en el pecho
Miren Agur Meabe
Bartleby Editores, Madrid, 2021. 212 páginas. 
 
Meabe (Lequeitio, 1962), editora, académica y traductora, es autora de libros de literatura infantil y juvenil (Premio Euskadi en tres ocasiones), de narrativa (de la novela Un ojo de cristal y del volumen de relatos Quema de huesos) y de poesía: Iraila, Nerudaren zazpigarren maitasun olerkiari begira, Arratsezko poemak, Peneloperen poemak, Oi, hondarrezko emakaitz!, Ihesaren kantua, Azalaren kodea/El código de la piel (Premio de la Crítica de poesía en euskera en 2001) y Bitsa eskuetan/Espuma en la manos (Premio de la Crítica también en 2011).
Con Nola gorde errautsa kolkoan, traducido por ella al castellano, ha obtenido el Premio Nacional, que por primera vez se entrega a una obra en euskera tras conseguirlo en las ediciones anteriores otras tres mujeres con libros escritos, respectivamente, en catalán y gallego. Según el acta, “elaborado a lo largo de diez años, reúne magistralmente la amargura del paso de los años y una vitalidad y frescura inquebrantables”.
Se abre con un largo poema-prólogo que es, a la vez, una poética: “El método”. Lleva al frente una cita de Sánchez Rosillo donde se hace alusión a la luz y a la ceniza, al principio y al fin que “habitan en un mismo relámpago”. “La dignidad fue mi techumbre en la distancia”, leemos, y: “Le he dado la espalda a la realidad visible”. Al preguntarse por el sentido de la poesía, responde: “¿es legítimo escribir sobre nuestro ego cultural?”.
La primera parte, “Un álbum”, se centra en la memoria (“Las fauces de la memoria son tan voraces”). De infancia, sobre todo. Allí, la naturaleza, su pueblo, una palmera, la escuela, el puerto (el astillero, el muelle), los cromos o las agujas. Las niñas. Y la amatxu, protagonista de “Madre en píxeles”.
“Perspectiva naíf” da cuenta de un hecho capital en su vida: la pérdida de un ojo a los 13 años. “Somos seres inestables, orfebrería fungible”.
Desde el principio encontramos abundantes poemas en prosa (acordes al predominante tono narrativo). El lenguaje mezcla lo imaginativo y lírico con lo prosaico y realista. No faltan referencias culturales, a escritoras y pintoras más que nada. Tampoco a la cultura vasca –lo popular–, que conoce bien (con juegos literarios que en la traducción se pierden). La voz meditativa convive con la descriptiva. La ironía con la tristeza.
La mujer (las mujeres), desde una visión feminista, son arte y parte de la obra. Así, en “Fósforos”, la segunda sección, poblada de personajes femeninos reales o inventados (Farrokhzad o Casandra) que ponen en solfa el amor romántico.
En “Viaje de invierno”, la tercera, prima el verso y lo conversacional. Poemas breves tan logrados como “La draga”, “La distancia” (“La distancia es mi lugar”), “El manantial”, algunos haikus de “Canción de cuna” o los que componen “Orografía de la soledad” (“lo lejano contiene los lugares amados”).
En “Tempo giusto”, la cuarta, con la poesía civil y de denuncia, regresan las mujeres: Pandora “la culpable”, la tutsi Mukasonga, las Nereidas… Y un poema ineludible: “Flotación”.
“Esa puerta”, quinto apartado del libro, nos lleva al desamor: “Pero en la noche cerrada no hay nadie ni nada”. Y a Miramar, su huerto-jardín (“De pequeña escribía árboles”). En “Réquiem” (con Ajmátova al fondo) escribe: “La luz de la pasión es indeleble”. Sobresalen “Descendimiento” (“No soy tu consorte viuda enamorada”), “Crónica” (“Sigo haciendo el amor y la muerte con tu sombra”) y “Recurso” (“Pero la vida no es más que un significante / ajeno a su significado”).
El libro se cierra con “El estigma accidental”. La escritura (“definición y salvación nuestra”) es el asunto. “Sobre qué escribir”, se pregunta mientras toma “un gin tonic con la señora Atwood”. “En el metapoema meto mis metas, mis temas y mis mitemas”, dice. Y “Las intenciones son los andamios de los resultados / nada más”.
Los enjundiosos versos de “Naturaleza muerta”, “Esquemas de equilibrio” (“un ideal huidizo e inexplicable”) y “Ruego a las palabras” abrochan con altura este libro doliente.

NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL