Manuel Vilas.
Lumen, Barcelona, 2022. 440 páginas.
Exabruptos aparte (que si el “Walt Whitman de hoy”, que si
puede “relacionarse de tú a tú” con Kafka, Van Gogh y Picasso…), Vilas (Barbastro,
1962) ha conseguido la fama como poeta, algo extraño en este país. Tiene mucho
que ver, según creo, con su faceta de narrador, sobre todo a partir del éxito
de Ordesa. Buena prueba del renombre alcanzado es que Lumen le haya
hecho un hueco en su veterana colección de Poesía, destinada de unos años a
esta parte (salvo excepciones) a la poesía canónica, tanto española como
extranjera.
Por seguir con el paratexto, resulta llamativo (como se
pretendía) que ninguno de los elogios que ha utilizado el editor en la solapa
sea de un poeta o de un crítico del género.
De haber sido Vilas anglosajón (y, en sentido literario, lo
es), Una sola vida (la que tenemos) se podría haber titulado (o
subtitulado) Selected poems; quiero decir que tiene no poco de reunión
de aquellas composiciones que conformarían lo más granado de su poesía completa
(tercera edición: Visor, 2019); lo que salvaría del total de una obra abundante
y, por eso, algo reiterativa, de ahí que gane en el formato elegido. Vilas, con
su epatante y provocativo tono habitual, lo deja claro en las “palabras
previas”. Tras confesar que lleva “toda la vida escribiendo poesía”, que “ha
sido mi familia, mi destino, mi casa, mi nación y mi memoria”, que es “una forma inmarchitable de fervor”, explica que
ha recogido “los poemas que más me gustan, o los que más me emocionan, o me
seducen, o me perturban, o me hechizan”. Matiza que “he reescrito unos cuantos”
y añadido “un montón de inéditos”. Por eso, sostiene, estamos ante un libro “completamente
original”, “nuevo”. Más que antología, dice, “un testamento personal”.
Lo divide en
siete partes, tantas como días tiene la semana. El orden es cronológico y agrupa
poemas de juventud, cuarentena y cincuentena con capítulos dedicados a la
historia, la alegría (“Una gran alegría, eso fue mi vida”) y el viaje.
Verso suelto de
la poesía postnovísima (quedó fuera de la foto generacional “de la experiencia”),
adscribible a la facción “realismo sucio”, como Wolfe o Iribarren, Vilas, poeta
pop, de ser pintor, sería hiperrealista. Mediante versículos que rezuman
exceso, prosaísmo y narratividad, ficciona lo real provisto de una suerte de
máscara o personaje (con trazas de maldito) que no niega lo netamente
autobiográfico. Sus poemas son largos y verbosos, con frecuencia en prosa. Su
aire es de canción; un ritmo reforzado por el uso de la anáfora y la enumeración
caótica. No pocos músicos pasan por ellos: Bob Marley, Jim Morrison, Elvis, Lou
Reed… Y poetas: Rimbaud, Pound, Hölderlin…
Es fiel a unos
cuantos temas (obsesiones, mejor); a saber, sus
progenitores (“El crematorio”, “1980”, “974310439”: “Exalta la vida de tus
padres, / es lo mínimo que puedes hacer. // Pero hazlo con estilo”) y la
infancia pirenaica (“El inmaculado”); el alcohol (“El alcohólico”) y otras
drogas; el suicidio (“1985”); el amor, las mujeres y el erotismo (“Amor mío”); los
hoteles y las ciudades (Roma −a la que dedicó un libro−, Nueva York, Londres,
Zaragoza y muchas más, pero también su pueblo y “Ciudad Vilas”); el dinero y la pobreza (“Capitalismo”); España, la sufrida clase media y la política (“Rusia
invade Ucrania”); los coches (“Audi 100”, “Seat 850”) y, por fin, la muerte (“Spiritual”,
“The end”).
En el centro de ese
mundo, que vuelve en forma de memoria, él: el “Gran Vilas”, “San Vilas”, una marca
entre tantas que nombra. Su desesperación (“soy el hundimiento”), su
soledad (“El terror”), su fracaso, su inmadurez, su confusión… En tercera
persona. “Manuel Vilas…”, empiezan numerosos poemas. A modo de diario. Con
grandes dosis de humor, ironía y hasta cinismo. Él, sí, aunque aspire a que esa
“biografía” sea, con Whitman, la de todos: “Contengo multitudes”.
“El amor eternamente / no correspondido, / eso es para mí la
poesía”, concluye.
NOTA: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL. En la edición de papel con una errata, mea culpa, en los dos versos que se citan al final. Allí dice "compartido" y debe decir "correspondido", como bien reza aquí.