14.3.23

Carta de Medellín


Aunque parezca una boutade, no sé qué impresiona más, si el Teatro Romano de Medellín apostado en la ladera que corona un imponente castillo medieval o la inmensa llanura que se extiende a sus pies (media provincia de Badajoz, la de las Vegas), a espaldas, digamos, del escenario. Nunca había estado allí, y bien que me pesa. Me avergüenza incluso. Está a un paso de Mérida. Y a otro de Don Benito. No deja uno nunca de sorprenderse por la belleza de esta tierra. Sí conocía el lugar: el puente sobre el Guadiana, que vi un mes de febrero de hace diez años desde el mirador del restaurante donde comí con Manuel Simón Viola. 
Me llevó a esas ruinas antiguas, perfectamente conservadas, la invitación a un acto del Festival FILE (Festival Internacional de Literatura en Español), que dirige el periodista de El País y escritor Jesús Ruiz Mantilla, organiza La Fábrica y patrocina, en esta ocasión, la Junta de Extremadura. Velada poética lo denominaron. En realidad fue una conversación a tres bandas que llevó con mano sabia y una solvencia llamativa el también periodista, aunque de El Mundo, y poeta Antonio Lucas y en la que participó Marta San Miguel, periodista de El Diario Montañés, que acaba de publicar su primera novela, Antes del salto, con gran éxito de crítica. 
Entre el público, Virginia Aizkorbe (coordinadora del Plan de Fomento de la Lectura), Luis Sáez (director de la Editora Regional), Alberto Anaut (director de La Fábrica) y Juan Ricardo Montaña, artista, poeta...
Hablamos de muchas cosas (que se escucharon, por cierto, muy bien debido a la acústica del lugar y a la eficiente megafonía). De lo que puede la verdad (recordando a Keats) frente a las noticias falsas, que ahora (y siempre) tanto imperan; de lo que el lenguaje poético (hecho de concisión, claridad, precisión, etc.) y su bendito don de síntesis pueden aportar al periodismo; del poder y el valor de la palabra; de la soledad del poeta y de su deseable independencia, otra lección fundamental para el periodista; de los poetas doblados de colaboradores de periódicos, o viceversa (Lucas mencionó a Umbral y a Vicent); de la ausencia de poesía en los medios si lo comparamos con otras épocas (primeras décadas del XX, por ejemplo); de la exigencia a la hora de escribir, poco importa si un poema o una columna; de la honestidad y del plano moral de ambos mundos; de la presencia sutil de la poesía en las crónicas de lo cotidiano, las más apegadas a la vida normal y corriente, etc. Ideas que se entremezclaron con divertidas anécdotas relativas al oficio. Sucesos que tuvieron lugar en animadas salas de redacción donde "el poeta" siempre es mencionado bajo sospecha. 
Aunque mencioné el texto de Claudio Magris (gracias, Jordi) sobre Karl Kraus, "poeta de la finis Austriae", reacio a leer la prensa porque, según él, estaba llena de mentiras, no evoqué estos versos suyos: "En el principio era la prensa, y después apareció el mundo". 
No faltó, en fin, la poesía. La que uno considera genuina y no esa cosa angélica y etérea que al parecer abunda en todas partes. Me refiero a la escrita con palabras que forman versos que componen poemas que acaban en un libro, y eso que Marta San Miguel optó por leer una de sus columnas, para demostrar, precisamente, que los géneros no son compartimentos estancos y que poesía y periodismo pueden ser vasos comunicantes. 
Amén de un par propios (elegidos en función de lo que tratábamos), leí "Don Cogito lee el periódico", del poeta polaco Zbigniew Herbert. 
Quiero subrayar la impecable organización del acto (y del Festival en su conjunto, según creo). Gracias, Esther, y al resto de personas implicadas. 
Tras un rato de charla, saludos y despedidas, a la carretera de nuevo. Otro viaje exprés. Otra bonita experiencia que me apetecía contar.