LOS VERSOS DEL PEREGRINO
Sobre el azar del mapa: el mapa, la representación del territorio; Territorio, título en 1985 del primer libro de Álvaro Valverde (Plasencia, 1959) y de un verso de ese
libro procede el título del actual, lo que señala la continuidad del trayecto
poético; territorio, el espacio que se recorre, por el que se viaja; el viajero
como presentación y condición del yo que habla y al que importa
caracterizarlas: “El viajero, / que rehúye a conciencia / el papel de turista”.
Una de las citas previas del libro, de Marta Rebón, no solo
recuerda que un tópico clásico es el homo viator, sino
que vincula al viajero con la necesidad de escribir y lo hace homo scribens. Ese es el personaje que habla.
Ese viajero da cuenta
en esta colección de poemas, siempre sugerentes aun los más breves, siempre
meditativos, de su peregrinaje por el mundo en dos cuadernos de viaje: a Sofía,
el primero, y a Grandson y Ginebra el segundo.
En Desde fuera, libro
de 2008 de Álvaro Valverde, se leía: “No somos sino aquello que miramos”, lo
que hace que el sujeto se apodere de aquello que tiene a la vista, lo
interiorice y en último término se identifique con ello. Pero el mirar del
viajero no es un mirar común, sino que penetra en la historia que se acumula en
aquello que ve y son bastantes los poemas que la rescatan. Ante lo que fue
mezquita y hoy “una casa de barro” deteriorada lo que ve es que “De todas las
edades / de la Historia, y aun de antes, / hay vestigios aquí” y los enumera.
No es erudición ni nada parecido este recuerdo de lo
pasado, sino una manifestación de uno de los temas fundamentales de la poesía
de Álvaro Valverde: el tiempo, su devenir, un devenir que es también el de
quien habla, quien al fin se sabe efímero como
lo fueron las civilizaciones, las gentes que habitaron los lugares, paisajes,
edificios, etc. que contempla.
Si el ahora del viajero en una plaza, frente a una
iglesia, etc. atrae la evocación de lo que fue, de lo desvanecido, nada
distinto sucede con la redacción de los poemas. Como informa en el epílogo del
primero de los cuadernos, “He escrito de memoria / Ni un verso tan siquiera /
se concibió en Sofía”, con lo que de nuevo la memoria de la vivencia, la vivencia hecha memoria, es reflejo de ese ver lo ido en
el momento actual.
Que al iniciar el “Cuaderno suizo” se lea “La distancia
se hizo para amar lo recóndito”, que repite unos versos anteriores, corrobora
lo dicho; y más, incluso lo no vivido se hace palabra: “Añoro ahora el paseo
que no di / por la orilla del lago Nêuchatel. / Consuela imaginarlo en la
distancia”.
El decisivo lugar que la naturaleza tiene en
la poesía del poeta extremeño se abre paso: “Como en tantas / ciudades de
Europa, / el bosque forma parte / de este sitio” o “Desde el hotel, / un árbol
deshojado / sostiene su belleza”; naturaleza y cultura, presente esta en menciones de escritores, artistas y, cuando se trata de
Ginebra comparecen Borges, su “humilde tumba”, María Zambrano, Alfonso Costafreda, Aquilino Duque o se retoman versos de “Invocación en
Ginebra” de Pere Gimferrer.
La escritura de Álvaro Valverde
es en Sobre el azar del mapa, como lo es en el conjunto de su obra,
clara, sus versos, rítmicos, hablan con naturalidad para decir el gozo de
vivir, palabra hecha cántico pese al
recordatorio de que el ahora está ya haciéndose pasado y la certeza
de que un final ha sido ya escrito. Palabra de excelencia.
Nota: Esta reseña se ha publicado en EL CULTURAL.