Va uno leyendo como puede la avalancha de libros que compro (apenas) y que me llegan (a una media que asusta). Con las mejores lecturas últimas, a falta de la reseña que cada una merece, elaboro esta listina que no está organizada en orden de preferencia.
1. Vladivostok (Fórcola), de José Carlos Llop. Su rico mundo poético en prosa. Las espléndidas Terceras de ABC demuestran que periodismo y literatura son, a veces, la misma cosa. Más cuando estamos, ya digo, ante un escritor con un universo tan personal.
2. El dorado (Visor), de José Luis Rey. Un extenso poema que sorprende al lector por lo que tiene de inspirado y, me atrevería a decir, que hasta de milagroso. Para leer con la boca abierta. Y muy despacio. Dice que es su último libro, pues, a lo Guillén, la obra está completa. Esperemos que no. Y si así fuera: ¡qué final!
3. Istmo (Claro decir), de Rafael Fombellida. Tengo la suerte de poseer uno de los veinticinco ejemplares de este libro secreto, pretérito y primorosamente editado que rescata, y con qué acierto, el poeta de Torrelavega. La primera parte, una suerte de cuaderno portugués, es mi debilidad, aunque en la segunda, que da título al libro (escrito entre 1989 y 1999), hay también poemas magníficos.
4. Visita nocturna (Swann. Shangrila Ediciones), de Fernando González García. Este catedrático de Historia del Cine de la Universidad de Salamanca publica, a los sesenta de su edad, su ópera prima. No defrauda. Son poemas contenidos y concisos que nos dice en voz baja alguien que sabe bien qué es la poesía y para qué sirve. Ojalá vengan más.
5. Y el todo que nos queda (Visor), de Martín López-Vega, es un canto de amor de los que creí que ya no quedaban. Cuánta felicidad transmiten estos versos de un poeta enamorado que, con lo difícil que es eso, a uno le concilia con la poesía amorosa; al decir de Rilke, siempre tan esquiva y peligrosa para el que intenta expresar sus sentimientos.
5. El huido. Autorretratos 1985-2021 (Papeles del Náufrago), de Felipe Benítez Reyes. Antonio Lafarque y Aníbal García son los editores de la hermosa colección almeriense Calcomanías donde pretenden reunir autorretratos de poetas. "Creo que, entre todos los géneros literarios, la poesía es el espacio por antonomasia del yo, por mucho que nos entretenga hablar de máscaras, de la invención de un personaje o de la ficcionalización del sujeto lírico", escribe el roteño. Y: "somos también quienes no hemos sabido o podido ser". En el conjunto, un inédito: "Aniversario": "Hoy cumplo 21.900 días en la vida". Premiados ambos, dos nuevos libros de poesía suyos están al caer.
7. Siempre llueve en la cabeza del perro (Padilla Libros), de Dimitris Angelís. José Antonio Moreno Jurado, en su colección "El árbol de la luz", traduce esta breve antología del poeta griego, director de la revista Frear. La muestra está dividida en cinco partes: Si fuese tu noche, Las penas de cada día, En el país de nunca jamás, Los caballos de Tarkovski y Otros poemas. Poesía viajera y comprometida.
8. Apariciones y otras desapariciones (Olifante), del aragonés Ángel Guinda es, por desgracia, un libro póstumo. Aparece en su "editorial de toda la vida" (como dice su fundadora Trinidad Ruiz Marcellán) y pronto le seguirán otros que dejó también en el disco duro del ordenador. Además, la editora nos anuncia sus Obras completas y que Benito Fernández trabaja en su biografía. "Poeta sin fisuras", lo califica su compañera Raquel Arroyo Fraile, que ha compuesto este volumen ordenado en dos partes: en la primera, los poemas que Guinda dejó, digamos, terminados; en la segunda, un puñado de poemas que tal vez hubiera seguido retocando. En ambas secciones, no obstante, lo que encuentra el lector es un conjunto de poemas logrados que, por el simple hecho de estar escritos por un poeta serio que sabía que iba a morir pronto, ya nos conciernen. Guinda, dice esta mujer, "estaba poseído, literalmente, por la poesía". Nunca olvidó que su madre murió el mismo día que él nació. Es sí, su "testamento poético".
9. La madriguera (Libros del Aire), del gijonés Pedro Luis Menéndez (cofundador de la colección Aeda) es un libro duro, escrito sin concesiones, lleno de verdad, desolado a veces y esperanzado otras. Es difícil no ponerse en su lugar, bajar con él hasta esa madriguera "cálida" donde se esconde, pero para ver mejor lo que ocurre fuera. Constancia y desamparo, insomnio y revoluciones, Lisboa y posverdades, conductores y castillos de arena dan pistas fiables sobre este resistente que se define nocturno y suburbial.
10. No quiero dejar fuera de esta lista el número que la revista luxemburguesa Abril dedica a la poeta Anise Koltz, que murió hace dos meses. José Holguera, a modo de merecido homenaje, traduce un buen número de Poemas de amor y puedo asegurar al lector que son intensos y emocionantes. Qué pasión más allá de la muerte. Y qué feliz debió de sentirse su marido, el Dr. René Koltz (muerto prematuramente a causa de las torturas que le causaron los nazis).
11. Animal de invierno (Ars Poetica), del periodista burgalés Ricardo Ruiz, toma esa estación como alegoría para hablar de la vida (y del amor y de la muerte). De la suya que, me temo, es la de todos. En especial, de los melancólicos que vivimos encerrados en pequeñas ciudades de provincias donde el tiempo y la memoria proceden tal vez de otro modo. Autenticidad, o verdad, no le faltan a estos versos dignos de un meditativo paseante solitario.
Jennifer Clement, Gerald Barry, Alberto Ruy Sánchez y Anne Waldman son los poetas elegidos para la tercera entrega de El Leopardo de las Nieves. Los poemas de los dos primeros están traducidos por uno de los codirectores de la colección, el poeta mallorquín Enrique Juncosa, y los de la última por Lucía Hinojosa Gaxiola.
NOTA: Ilustra esta entrada «Síguelo», de Wang Qingsong, 2010.