8.10.24

¿A qué esperan?


Hay acciones culturales realmente minoritarias que son fuente y plataforma primordial de los valores compartidos por la sociedad y cuyo éxito depende de hacer comprender a los agentes interesados el impacto social y económico que estas tienen.
Sabemos que la programación o creación de una actividad cultural puede estar determinada por líneas de actuación y fines diferentes: satisfacer las demandas del público, complacer las de los políticos, adaptarse a las mejores ofertas de creadores y productores, formar y estimular al público…
Sólo por su valor material los humildes ajuares (sábanas, enaguas, refajos, zapatos…), recobrados y expuestos en un museo (el Etnográfico y Textil 'Pérez Enciso' de Plasencia), no se hubiese recuperado un patrimonio fundamental para comprender nuestras raíces. Lo supo ver bien Manuel Veiga, el que fuera presidente de la Diputación cacereña.
El Archivo Municipal de Plasencia no sería hoy un centro de estudio y referencia para comprender nuestra historia sin la ordenación y catalogación de sus imprescindibles documentos. Lo entendió perfectamente su antigua archivera, Esther Sánchez Calle.
Perderemos mucha historia de la ciudad de Plasencia si no recuperamos el cementerio judío, y si no recogemos los estudios sobre la judería de Plasencia (que como tal no existe), sin los trabajos de los arqueólogos e historiares que se ocupan de clasificarlos y documentarlos, etc.
En todas estas «puestas en valor» (horrorosa locución), las instituciones han sido fundamentales. La cultura siempre ha estado ligada al Estado moderno (administraciones), que en multitud de casos asume el gasto de mantenimiento de los equipamientos (museísticos, arqueológicos, archivísticos, etc.).
En nuestra «memoria histórica» queremos pensar que cabe la reivindicación de Trazos del Salón: crear un Centro de Arte Contemporáneo a partir de la colección del Salón de Otoño/Obra Abierta, un fondo que reúne las condiciones expresadas más arriba para ponerse de una vez en marcha.
Y por eso sostenemos que el Ayuntamiento de Plasencia, la Diputación de Cáceres y la Junta de Extremadura, que reconocen la trascendencia de la cultura en la elevación de las personas y en la construcción social y comunitaria, deberían aplicar su legislación cultural cada vez más extensa y especializada. Y generar, promover e impulsar las condiciones desde sus órganos administrativos, para ejercer las funciones ordinarias de coordinación o enlace. Igualmente, deberían construir consorcios con personas jurídicas, si fuera necesario, para esa gestión coordinada. Y, por fin, facilitar infraestructuras, equipamiento y mantenimiento.
También los nuevos agentes privados, como las fundaciones con su mecenazgo, completan una importante labor de protección y agitación cultural.
Habría que insistir en que un museo es una actividad, no un lugar. Un lugar abierto a la creación, insertado y en conexión permanente con la sociedad, comprometido con la educación y en continua comunicación con otros museos y centros de arte. Y que un proyecto cultural existe aunque no exista todavía el edificio.
La actual fundación bancaria de la Caja de Extremadura (Unicaja Banco) debería seguir siendo ese agente activo y comprometido con la acción cultural de la ciudad de Plasencia y, aun con los cambios operados en su filosofía, concretar la presencia territorial de sus intervenciones y su representatividad colaborando con múltiples proyectos, grandes y pequeños, que generan actividad y puestos de trabajo y un valor económico con resultados sociales relevantes nada desdeñables.
Una cosa es «echar al olvido» los errores y los malosentendidos pretéritos (un gesto muy griego, como recordaba hace poco en otro contexto la historiadora Carmen Iglesias) y otra muy distinta que Trazos del Salón deje que su proyecto «caiga en el olvido». En nuestro caso, volver al pasado es sólo un paso necesario para revitalizar el presente e impulsar definitivamente el arte en esta ciudad hacia el futuro. ¿No lo merecemos?
En el caso de Trazos del Salón, el intento de conversar en los despachos para crear un espacio de exposición permanente en Plasencia, no parece tener éxito y tampoco debería asombrarnos. A la vista de lo sucedido, podría parecer que ningún «profano» es digno de incorporarse a una conversación si no pertenece a «la tribu» que la convoca.
Seguimos esperando una respuesta concreta para el centro de arte que acoja la colección del Salón de Otoño/Obra Abierta o para la cesión de la obra de Jiménez Carrero o para la quimérica recuperación del Sorolla recientemente adquirido por el Gobierno de España o para que los artistas locales tengan un espacio propio y estable.
No deseamos vaguedades o matizaciones, tal como nos viene sucediendo desde hace cinco años, lustro en el que todo transcurre con una monotonía aburrida y exasperante.

Este artículo, firmado por Santiago Antón y por mí, se ha publicado hoy en el diario HOY. 
La ilustración corresponde al cuadro "Ventanas 1 y 2", de Julián Gómez.