26.8.25

Fernando Pérez, veinte años


"Que veinte años no es nada", como decía la letra de "Volver", el archicitado tango de Gardel, es algo que cualquiera puede poner en duda; no, sin embargo, que dos décadas pueden pasar volando. Y así ha sido. El 26 de agosto de 2005 moría en Cáceres Fernando Tomás Pérez González, para los más: Fernando Pérez, el prestigioso director de la Editora Regional de Extremadura, tras padecer, como suele decirse (con demasiada ligereza, ah las frases hechas) una larga enfermedad que, como en el caso cercano del ejemplar político Javier Lambán, le pilló aún trabajando. 
Más de una vez (al día siguiente en el Hoy, más tarde en la Revista de Estudios Extremeños) ha escrito uno sobre su vida y su obra. Muy recientemente hablé de él en Alcántara, con motivo del último Congreso de Escritores Extremeños, donde, por cierto, se conmemoraban los primeros 40 años de la Editora. Ese sello, que él elevó a categoría de acreditada editorial, publicaba hace unos meses sus relatos, bajo el título El cuaderno de hule negro. Lo reseñé en la revista asturiana El Cuaderno. Quien se ocupó de esa modélica edición fue su hijo, Fernando Pérez Fernández que, conviene anotarlo, acaba de dar a la imprenta (la de Cumbreño, en sus Ediciones Liliputienses) Compensatoria, un libro de poemas excelente. Qué orgulloso estaría aquél. Y no es frase hecha ni lugar común. Es sólo la escueta afirmación de alguien que le conoció bastante. En no pocas ocasiones, cuando íbamos o veníamos de Mérida o camino de cualquier acto de los muchos que tenían lugar en aquella época inolvidable, hizo referencia a su formación literaria, que tanto le importaba, como el propio Fer ha reconocido. Entonces, claro, éste era un muchacho. 
También estaría contento por la continuidad de la Editora (cuantos pasamos por la gestión de esa santa casa vimos alguna vez amenazada su existencia). Por ver que sigue ahí María José Hernández (su mano derecha y la de los sucesivos directores) y por comprobar que Antonio Girol, un buen tipo, respeta ese legado y pretende su continuidad de la mejor manera posible. No es poco. 
A finales del año pasado se vivió otro homenaje a su figura en su (casi) pueblo natal, Santa Marta de los Barros, donde se asienta la simbólica casa familiar, ligado de nuevo a las cuatro décadas de vida de la Editora. Seguirá siendo así. Esta tierra que tanto amó (y por la que tanto hizo, que es lo que importa, por más que nunca se le reconociera como es debido) tiene a la fuerza que recordar a personajes de la talla intelectual y moral (que debería ser lo mismo) de Fernando Pérez. No han abundado, ni abundan. De ahí que hoy, 26 de agosto de 2025, veinte años de por medio, a algunos nos siga costando creer que esté muerto. En rigor, gracias a su obra, sigue aquí. 

21.8.25

Responsabilidad

No soy el único, me consta, que reconoce la impecable gestión de Abel Bautista Morán, Consejero de Presidencia, Interior y Diálogo Social de la Junta de Extremadura, al frente del incendio de Jarilla, que es tanto como decir el una parte importante del norte de Extremadura. Además, como portavoz, domina la comunicación y se expresa con claridad y solvencia. Transmite, y eso es difícil, calma. Y realismo, que no es poco. A los afectados directamente, sobre todo. Más allá de la ideología de cada cual, debería agradecerse, por parte de tirios y troyanos (algunos ya lo han hecho), la presencia de un político responsable, más en estos tiempos de, digamos, desgobierno general. Qué extraño empieza a resultar lo, por principio, normal.

17.8.25

Incendio


Viendo cómo pasan constantemente, desde hace seis días, aviones y helicópteros por encima de nosotros para intentar apagar el incendio de Jarilla (y de muchos sitios más, como Plasencia, a la que se acerca peligrosamente, o Hervás, por citar poblaciones de ambos frentes) recuerdo aquel verso de Gil de Biedma, lo del “en un viejo país ineficiente”. Y no lo digo por el esfuerzo infinito de los bomberos y de quienes pilotan esas aeronaves, también de la UME, la Guardia Civil o Cruz Roja, además de la sociedad civil, la Iglesia y los ayuntamientos, sino por la falta de políticas efectivas contra esta plaga incendiaria que nos asola. ¡Se da prioridad a tanta insensatez! Aunque bien sé que lo importante son las personas y sus bienes perdidos, muy por encima de cualquier otra cosa, permitidme que sienta en el alma que los paisajes de mi vida desaparezcan sin remedio y para siempre (al menos para mí) delante de mis ojos con tanto dolor como impotencia. Qué tristeza.

(Nota: la imagen es de El Periódico Extremadura)

1.8.25

Desde este rincón: 20 años


Se me olvidó. Querría haber dicho algo sobre este blog el pasado día 2 de mayo, pero... Una fecha significativa, subrayó el alcalde Pizarro, tan amigo de las efemérides, aquí atrás. Al fin y al cabo ha cumplido 20 años. Como dijo aquél, "no es nada". Bueno, acaso exageraba. Y sí, seguimos siendo los mismos, o casi. Quiero decir que la voluntad de crear un espacio de reflexión por escrito, una suerte de diario de vida y de lecturas, tanto da, sigue intacta. Estos veinte años han dado para construir un archivo del que echo mano cada poco. Consultarlo se ha vuelto algo habitual en mí y, la verdad, no deja de sorprenderme lo que encuentro. Cuántas palabras. Y cuánta gente.
Ya ha permitido la publicación de dos libros: Porque olvido y Lecturas a poniente. Lo personal y lo literario, si ambas cosas pueden separarse, insisto. En la vida pobre que uno ha llevado y lleva, más bien no. Es el sino del poeta de provincias, supongo. 
Se refirió Octavio Paz a la perseverancia como uno de los nombres de la poesía. La IA deduce que fue, para él, "una actitud de resistencia ante el paso del tiempo y la transformación de la realidad, buscando siempre un sentido y un significado en la vida". Bien está. En esa tarea querría seguir uno. Poco importan las modas y bien sé que la de este tipo de bitácoras pasó hace tiempo. 
Solvitur ambulando sigue siendo el lema que tomé de un incansable viajero: Patrick «Paddy» Leigh Fermor, aunque la autoría de la frase se atribuya a Diógenes de Sinope, un griego. Sí, se resuelve caminado, que no deja de ser trasunto del machadiano "se hace camino al andar". Hasta que el cuerpo y la cabeza aguanten.