"Caute! Así reza el epitafio de Baruch Spinoza, en la Iglesia Nueva de La Haya. Caute!, es decir, "¡Ten cuidado!". Es una advertencia estremecedora, sobre todo si sabemos que el cadáver de Spinoza fue sustraído poco después de su muerte, y que en aquella tumba ya no reposa nadie. También el cadáver de Sterne fue robado por un vulgar delincuente, posiblemente para ser utilizado en las clases prácticas de alguna facultad de medicina (¡qué grotesco final para el autor del Tristram Shandy!). Nadie sabe tampoco qué sucedió con el cuerpo de Spinoza, de aquel filósofo tímido y discreto, que se ganaba la vida puliendo lentes, y que dedicaba su tiempo libre a seguir los pasos de Descartes".
Así empieza la reseña que del libro de Antonio Damasio, En busca de Spinoza (Editorial Crítica), publica Martí Domínguez en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia. Dan tantas ganas de leer el resto de la nota crítica como el libro del neurólogo portugués, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2005.
Así empieza la reseña que del libro de Antonio Damasio, En busca de Spinoza (Editorial Crítica), publica Martí Domínguez en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia. Dan tantas ganas de leer el resto de la nota crítica como el libro del neurólogo portugués, Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2005.