Muchos meses después, ayer, por fin, la garganta del Obispo corría como es debido. Lo pudimos comprobar Yolanda y yo acodados en la barandilla del puente de abajo (uno de los tres, contando el del molino, por los que se pasa al dar el paseo corto). Daba gusto ver ese torrente blanco que luego se convierte en un charco de aguas verdosas y transparentes.
Por cierto, también ayer pudimos ver los primeros cerezos en flor.
Por cierto, también ayer pudimos ver los primeros cerezos en flor.