25.6.06

Por Monfragüe

Hoy ha habido cambio de sitio. Y de paseo, claro. Hemos pasado el día en la casa de S., en Monfragüe. Cerca del viejo camino de Serradilla. Después de comer y de dormitar un poco a la sombra (en el campo procuro estar todo el tiempo al aire libre), he leído del tirón y con creciente placer la novela de Julián. Es de absoluta necesidad, si se me permite hacer un fácil juego de palabras con el título.
Con ella en la cabeza, he dado un paseo solo. Qué distinto al que doy habitualmente los domingos (y ahora, como he contado, más de una tarde) por los alrededores del molino. Olía a jara y a pino. Algo exótico. El viento arrancó a los árboles del bosque un canto estremecedor. No era, desde luego, la leve cancioncilla que le escucho a los robles. En fin, no sigo, me estoy poniendo de un antiguo insoportable. Se ve que Monfragüe no es Montánchez. Ni yo...
Al atardecer he podido darme un baño en una piscina bastante moderna para mitigar los efectos colaterales del paseo. No en todas partes se tiene a mano un vetusto río.