Debo la lectura de La analfabeta, de Agota Kristof (Ediciones Obelisco) a Julián Rodríguez. Es un relato autobiográfico de la escritora húngara donde la escasez de páginas demuestra que, no sólo en arquitectura y en poesía, más es menos. Me quedo con esta respuesta una pregunta: "uno se hace escritor escribiendo con paciencia y obstinación, sin perder nunca la fe en lo que escribe". Por eso ahora leeré El gran cuaderno y otras obras suyas que en España ha publicado Seix Barral.