29.11.08

Ángel, por Aníbal Lozano

LA COLUMNA DESNUDA

Ángel Campos Pámpano

Por Aníbal Lozano

La muerte –hace unos días, escribo en miércoles- del poeta y amigo Ángel Campos Pámpano (San Vicente de Álcantara, 1957 – Badajoz, 2008) además de sentir el zarpazo nos ha devuelto el retorno por un instante a la Facultad de los tiempos de la transición. Se ha hablado y escrito del hecho político que la universidad transmitía en la calle pero no es menos cierto que quizás más implacable era la vida intelectual dentro y fuera de las aulas sobre cuyos pilares se basa la olvidada transición precisamente, el puente a la democracia y los valores humanos, la tolerancia y la diversidad de ideas y juicios, el valor de la palabra sobre la violencia y la manifestación estética de unas vanguardias literarias que ante todo eran creativas y sugerentes. En la Facultad de Filología de Salamanca se fraguaban en la última parte de los setenta, un Aula de Teatro como el Juan del Enzina por donde pasaba la vida cultural en todas sus manifestaciones e incluso encerronas. Y también se fraguaba desde el Palacio de Anaya la fundación de revistas, como “Zurguén”, dirigida por el también poeta José Diego (hoy profesor en Barcelona) y “El Callejón del gato”, al amparo de Ángel Campos Pámpano por donde andaba una suerte varia de poetas hoy espléndidos literatos, José Luis Matilla, Quías Blanco, -como no Tomás Sánchez Santiago-, la palabra también hermosa de Fernando R. de la Flor, la poesía sonora de Jaime Siles –hoy a afortunadamente de vuelta a Salamanca-, y la de otros inevitablemente desaparecidos como Claudio Rodríguez, Javier Ángel Marigómez o no digamos Aníbal Núñez. Por allí andaba también la juventud de Gonzalo Alonso-Bartol, Marochi Vicente, Miguel Figuerola y la sombra de quien siempre recibía, Gonzalo Torrente Ballester, años antes de que el autor del “Don Juan” metiera la gamba con lo del “botín de guerra”. Ángel Campos Pámpano tenía su doble en los heterónimos de Fernando Pessoa: Alberto Caeiro, Álvaro Campos y el inolvidable Ricardo Reis cuyas odas fueron el motivo de su primera traducción. Se casó con Carmen a quien dedicó su propia Lisboa y fundó una gran revista literaria como “Espaço escrito” consiguiendo además el Premio Nacional de Traducción y ampliando su palabra a los libros de Eugenido de Andrade o de Sophia de Mello cuya traducción de “Nocturno” es una maravilla. No será posible que recoja otro premio en Extremadura, pese a que su palabra esté caliente aún ante su amigo y poeta Álvaro Valverde. Fue Pámpano también uno de los primeros en acercarse a un tal José Saramago, cuando nadie hablaba del autor de “Memorial del Convento”. Pero Pessoa siempre ha estado en el fondo como el denominador de estudiantes que fueron un día de portugués y hoy lo son de Filología comparada, como Concha Baéz, otra salmantina, en la Universidad de Vigo. “Lisboa, bajo el celaje tenue del otoño, es casi un cuadro cubista tendido en la ladera” había escrito Ángel de la ciudad blanca. Reverberando algunas otras cosas, hace quince años Ángel Campos Pámpano hizo que la Diputación de Salamanca realizara un homenaje a la obra de Aníbal Núñez teniendo como voz la presencia de José Ángel Valente y la complicidad de su viejo amigo Suso de “Hydria” Fue valedor Ángel de una palabra que ocupa su sitio en la memoria.

(El Adelanto, Salamanca, 28 de noviembre de 2008)