15.3.10

Marí

Me recuerdo, recién casado, leyendo, en el pisito de la calle San Gil, El Preludi, primer libro de poemas de Antoni Marí. Tengo dos ejemplares -uno de ellos intonso- del delgado y sobrio volumen que publicó Quaderns Crema en 1979, cuando ni la editorial ni Vallcorba eran lo que hoy, bajo otro nombre la primera, son.
Intentaba, casi al mismo tiempo, traducir con la ayuda del diccionario esos poemas que luego, en el 86, nos daría en un magnífico castellano Antonio Colinas, ibicenco (por entonces) como él, en la inolvidable Llibres del Mall.
Ya he contado -uno, ay, se repite- que descubrí su poesía gracias a un libro capital en mi educación literaria, la antología La Nueva Poesía Catalana, de Marco y Pont (Plaza & Janés, 1984). La suya y la de tantos, añado.
Ahora, otra tarde semejante, leo con idéntica pasión Han vingut uns amics. También con parecidas limitaciones pues el catalán de uno, tanto en la intimidad como en público, es por desgracia muy básico.
El extenso poema me recuerda, por su tono, al mejor Eliot, el de los Cuatro Cuartetos. Al que cita, por cierto, sin nombrar.
Voy por la mitad y estoy tan deslumbrado como encogido por la honda pero sencilla experiencia vital que logra expresar.
Por el bien de nuestra poesía, la española (que es incomprensible, preciso, sin la escrita en catalán) debería traducirse al castellano cuanto antes. En Nuevos Textos Sagrados, por ejemplo. De Tusquets a Tusquets.